En lugares como Tanzania, Kenia y Zambia, la caza furtiva de elefantes parece una cuestión natural y permitida. Aunque ilegal, los cazadores operan una compleja red de mercado negro, donde envían su contrabando de marfil a China, donde se considera un símbolo de estatus. El mercado es grande, que provoca una especie de desenfreno, coludido con la corrupción de autoridades de ambos países, el que lo exporta y el que lo recibe, ambos cometiendo un crimen. Con las matanzas indiscriminadas, también han surgido diferentes organizaciones de activistas de la vida silvestre, los que se enfrentan, sin mucho apoyo oficial, a los cazadores en un esfuerzo por evitar la extinción de los majestuosos animales. En el documental La caza del marfil, los directores Kief Davidson y Richard Ladkani, investigan y muestran la operación encubierta para intentar dar cacería a los cazadores furtivos y llevarlos a las autoridades.