Así quedó la casa de 'Mi Pobre Angelito' tras su venta de 5 millones de dólares
Sergio Negrete
-Redactor
Mi infancia estuvo repleta de películas de Disney en VHS. Bien podría ser un personaje de 'El diario de Bridget Jones', 'Fleabag' o 'Parks and Recreation'

Hoy, la mansión de 'Mi pobre angelito' es más blanca, moderna y silenciosa. Pero en la memoria colectiva sigue llena de alfombras, gritos, villancicos y trampas imposibles.

Todos saben que la magia de Mi pobre angelito no solo viene de Macaulay Culkin dando vida Kevin McCallister, en las trampas imposibles o en los ladrones más torpes del cine. Gran parte del encanto de la película que se activa automáticamente cada diciembre, tiene un origen muy claro: la mansión McCallister. Ese hogar enorme, cálido, lleno de escaleras, pasillos y habitaciones que parecía diseñado para jamás salir de casa.

Desde el primer plano, la casa no es solo un escenario, sino un personaje. Es el refugio, el campo de batalla y el símbolo perfecto de la Navidad cinematográfica. Sin esa mansión, Mi pobre angelito simplemente no sería lo mismo. Y por eso, durante más de tres décadas, millones de personas han sentido una conexión especial con esa fachada de ladrillo rojo. Sin embargo, hoy luce muy diferente a como solía estar.

Una dirección convertida en leyenda

Ubicada en 671 Lincoln Avenue, en Winnetka, Illinois, esta casa se volvió uno de los hogares más famosos en la historia del cine. Tras el estreno de la película en 1990, dejó de ser una residencia privada para transformarse en un destino turístico no oficial. Fans de todo el mundo viajaban solo para verla.

Décadas después, la propiedad volvió a ser noticia por una razón muy distinta: su venta. En enero, la mansión fue adquirida tras un proceso con altísimo interés, superando incluso su precio inicial de 5.25 millones de dólares. No era solo una casa lo que se compraba, sino un pedazo de historia del cine y de la Navidad moderna.

El presente: una transformación total

Con la venta llegaron los cambios. Los nuevos propietarios decidieron renovar completamente la residencia, apostando por una estética moderna y minimalista, muy distinta a la que quedó grabada en la memoria colectiva.

Hoy, la casa luce paredes blancas, espacios más abiertos, líneas limpias y una sensación de amplitud que responde a los gustos actuales. La madera oscura y los tonos cálidos dieron paso a un diseño más sobrio, elegante y contemporáneo. Sigue siendo, sin duda, una mansión impresionante pero muy diferente.

El contraste es inevitable y también lo es la reacción emocional. Para algunos fans, el rediseño se siente casi doloroso. La casa que representaba la Navidad perfecta ahora parece sacada de una revista de arquitectura moderna. Sigue siendo hermosa, pero ya no evoca inmediatamente ese caos familiar tan característico de los McCallister.

Para otros, el cambio es completamente comprensible. Al final, la casa sigue siendo un hogar real, no un museo. Modernizarla era una decisión lógica para quienes ahora la habitan. Y lo cierto es que, a pesar de la renovación, la casa sigue siendo reconocible desde el exterior. Su fachada de ladrillo rojo continúa siendo el símbolo que activa la nostalgia instantánea.

facebook Tweet
Te puede interesar