No la veas comiendo: la secuela distópica española que pondrá a prueba tu estómago con su brutalidad social
Sergio Negrete
-Redactor
Mi infancia estuvo repleta de películas de Disney en VHS. Bien podría ser un personaje de 'El diario de Bridget Jones', 'Fleabag' o 'Parks and Recreation'

Esta no es una película para ver en familia. Ni para una noche ligera. Exige atención, estómago fuerte y ganas de enfrentarse a algo incómodo.

En los últimos años, Netflix ha convertido a España en uno de los lugares más creativos y potentes. Ahí están thrillers como Contratiempo con Mario Casas, que demostró que el suspenso bien construido no necesita explosiones. Romances juveniles como A través de mi ventana, que dominaron el algoritmo con miradas intensas. Y también hay apuestas más incómodas como Bird Box: Barcelona, que no solo incomodó al público, sino que lo obligó a pensar en el caos del futuro.

Si algo ha hecho bien el cine español reciente es no tener miedo al exceso, ya sea de emociones, violencia e incomodidad. Todas estas películas no buscan agradar, sino provocar. Y la gran mayoría no se ven para "relajarse", sino para salir un poco alterado, con el estómago revuelto y la cabeza llena de preguntas. Tal es el caso de una cinta que funcionó a tal nivel que la secuela fue inevitable.

Una experiencia que no se olvida aunque quieras

Se trata de El Hoyo 2, la esperada segunda entrega de la película española que mostró universo distópico y se convirtió en un fenómeno internacional. El Hoyo presentó un mundo donde las personas están confinadas en una torre vertical, un sistema tan simple como cruel: una plataforma llena de comida desciende nivel por nivel, y cada piso solo recibe lo que dejan los de arriba.

En El Hoyo 2, el concepto se expande y se oscurece aún más. Ahora aparece un líder misterioso, una figura que impone un sistema de control todavía más rígido sobre los recursos alimentarios. Ya no se trata solo de egoísmo individual: hay reglas, castigos y una violencia institucionalizada que convierte cada comida en un acto político.

Cuando comer puede matarte

Una de las ideas más perturbadoras de esta secuela es que alimentarte del plato equivocado puede convertirse en una sentencia de muerte. La comida ya no es solo un privilegio: es una trampa y una decisión que puede costarte la vida.

En medio de este caos, conocemos a una nueva inquilina, una mujer que no está dispuesta a aceptar el sistema tal como es. A diferencia de otros personajes que solo buscan sobrevivir un día más, ella empieza a cuestionar la estructura completa. Y eso, en un lugar como el Hoyo, es peligroso.

Más violencia, más desesperación

Si la primera película ya era dura, esta secuela sube la apuesta. Hay escenas explícitas, momentos de tensión física y psicológica, y una sensación constante de que todo puede salir mal en cualquier segundo.

El Hoyo 2 no es sutil ni pretende serlo. Su mensaje es directo, incómodo y, para muchos, difícil de digerir. Habla de jerarquías impuestas, de líderes que controlan recursos básicos, de sistemas que se sostienen gracias al miedo y a la indiferencia colectiva. Para quienes buscan cine que provoque, que incomode y que se atreva a ir más allá, es una experiencia difícil de ignorar.

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