Jason Statham es sinónimo de adrenalina pura en el cine de acción. Desde que apareció en El transportador, con esa forma tan suya de manejar, el público supo que estaba ante una estrella del género. Luego llegó su entrada triunfal al universo de Rápidos y Furiosos, donde se codeó con Vin Diesel y Dwayne Johnson, y más adelante asumió el rol protagonista en The Beekeeper, su proyecto más reciente de la gran pantalla. Si bien su carrera parece diseñada para el éxito, incluso él tiene algunos sueños en su historial que no se han cumplido todavía.
En esta película, Statham se salió de la caja al combinar comedia, acción y espionaje en una historia donde no sólo pudo lucir sus capacidades físicas, sino también demostrar su talento para la improvisación y hacer reír a carcajadas. La mala noticia es que lo que ocurrió con el proyecto de una secuela, que si bien tuvo la posibilidad de lograrse, al día de hoy no ha tomado forma ni le han dado luz verde. De hecho, el estudio se negó a hacer una segunda parte, esfumando el sueño de Statham de regresar a esta historia.
Todo parece indicar que Statham no volverá a Spy: una espía despistada, donde compartió créditos con la incomparable Melissa McCarthy. Estrenada en 2015, esta comedia estuvo llena de momentos de acción y diversión, donde McCarthy dio vida a una analista de la CIA que termina en misiones reales. La película fue todo un éxito, y rápidamente se puso sobre la mesa una idea que prometía mucho: Jason Statham siendo su su contraparte seria y dura pero con chispa. Desafortunadamente, aunque Statham se comprometió para la secuela, el plan no resultó como se esperaba.
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Spy 2, título provisional del proyecto original, buscaba repetir la fórmula ganadora de la primera cinta, pero con cambios significativos. En la segunda entrega se tenía planeado centrarse más en el personaje de Statham, dándole más ritmo de acción clásica mezclado con situaciones cómicas. Había ideas sobre cómo su agente iba a infiltrarse en escenarios exagerados, enfrentándose a villanos ridículos y secuencias con McCarthy al mando. La idea era perfecta: equilibrio entre músculo y humor.
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La realidad es que, ante todo, el estudio estaba más pendiente de los números. La primera entrega fue rentable, pero no tanto para merecer una inversión alta. Statham, acostumbrado a manejar producciones que rinden bien, estaba dispuesto incluso a negociar parte de su pago para que la producción saliera adelante, pero no bastó. Había discrepancias sobre el presupuesto requerido, diferencias creativas entre la directora y el guionista, y una sensación de que el público no respondería igual que la vez anterior.
Quizá algún día las cuentas cuadren y Spy 2 resucite para darnos lo que nunca vimos. Pero por ahora, esa película sigue siendo uno de esos anhelos de Statham que no pudieron concretarse. Un guion que se quedó en el limbo con una idea que mezclaba explosiones con carcajadas, y a Statham y McCarthy haciendo mancuerna juntos.