Desde hace décadas, el cine nos ha enseñado que ser diferente es lo máximo. Miles se sintieron inspirados al ver a Forrest Gump corriendo por Estados Unidos con sus ideas únicas. Otros más se emocionaron cuando Bridget Jones demostró que no tienes que ser perfecta para estar consciente de tu valor. También, Walter Mitty nos llevó a vivir aventuras impresionantes dentro y fuera de la mente, todo gracias a su forma tan peculiar de ver el mundo. Estas películas y muchas otras nos han repetido el mismo mensaje una y otra vez: destaca, sé tú mismo, no sigas a la multitud.
Pero, como en todo en la vida, la visión sobre estos y otros personales peculiares ha cambiado. La realidad es que ser único y diferente ha perdido fuerza en los últimos años, al menos, a los ojos de los expertos. Aunque suene raro y casi en contra del guión de toda comedia romántica o película inspiradora de la década de los 90 y 2000, la ciencia tiene una visión bastante interesante respecto a qué tan especial es "ser especial" en la actualidad.
Un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Michigan, liderado por el profesor William Chopik, decidió hacer lo que ningún protagonista de película haría: sentarse durante 20 años a observar el comportamiento de millones de personas. Durante dos décadas se realizó un estudio con más de un millón de participantes y toneladas de datos sobre cómo cambiamos con el tiempo. Y el resultado fue tan inesperado como impactante.
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Según el análisis, el valor que le damos a ser "diferente" o "extraordinario" se reduce con el paso del tiempo. Y no porque de repente todos quieran ser iguales, sino porque, en realidad, las personas están buscando otras cosas. Ser amable, ser confiable, mantener buenas relaciones y tener estabilidad emocional toma un lugar mucho más importante que resaltar por ser excéntrico o único.
Este estudio, considerado uno de los más amplios en temas de comportamiento humano, monitoreó la evolución de la personalidad entre los años 2000 y 2020. Lo que encontraron fue que, a pesar de las diferencias individuales, la mayoría de las personas terminan desarrollando patrones muy similares de conducta conforme envejecen.
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Pero lo realmente revelador fue el hecho de que, con el paso del tiempo, las personas tienden a parecerse más entre sí. No porque todos decidan usar los mismos pantalones o ver las mismas series, sino porque la madurez emocional y las responsabilidades hacen que nuestras decisiones y comportamientos se alineen más con los de otros.
Lo más curioso es que este fenómeno no distingue entre países, culturas o contextos económicos. Aunque los detalles cambien, la tendencia general es que al crecer buscamos menos destacar y más encajar. Nos volvemos menos impulsivos, más organizados, más empáticos y menos interesados en romper el molde a toda costa.
Así que la próxima vez que veas una película donde el protagonista se transforma mágicamente por ser "el raro del grupo", tal vez pienses en su estudio: está bien ser tú mismo pero también está bien valorar otras cualidades que antes se pasaban por alto. Siempre habrá espacio para historias donde lo diferente brilla con luz propia, pero en la vida real, parece que la evolución del ser humano va en otra dirección.