En la historia de la televisión hay escenas que se vuelven inmortales. Basta con recordar a Tony Soprano cerrando la puerta del consultorio en Los Soprano, a Don Draper presentando la campaña de Kodak en Mad Men, o a Eleven levantando la mano para salvar a sus amigos en Stranger Things. Esos y otros momentos quedan tatuados en la memoria colectiva y que hacen que una serie pase de ser buena a convertirse en leyenda.
Algo similar ocurrió con Breaking Bad, considerada por muchos la mejor serie de todos los tiempos. Y aunque tiene decenas de momentos memorables, desde frases como "I am the danger" hasta el clímax final en el laboratorio, hay una secuencia en particular que se volvió inolvidable no sólo por lo que cuenta, sino por la manera en que fue filmada.
Una toma, un lanzamiento y la magia ocurrió
Hablamos de esa toma casi absurda pero brillantemente ejecutada: la escena de la pizza sobre el techo de la casa de Walter White. Una escena tan sencilla como compleja, que Bryan Cranston logró en una sola toma y que se convirtió en uno de los secretos mejor guardados del rodaje.
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La escena ocurre en la tercera temporada, cuando Skyler (Anna Gunn) ha decidido alejarse de Walter y rechaza sus intentos de reconciliación. Frustrado, Walter llega a casa con una pizza enorme como gesto desesperado para recomponer la relación. Al ver que sus esfuerzos son en vano, sale furioso y, en un impulso, lanza la pizza al aire.
Lo que nadie esperaba es que la pizza volaría de forma perfecta y caería desplegada sobre el techo de la casa, sin doblarse ni romperse. Una coreografía accidental que parecía planeada hasta el último detalle. Y lo mejor: todo ocurrió en la primera toma.
El secreto detrás de la toma perfecta
En entrevistas posteriores, Vince Gilligan explicó que la producción había preparado varias pizzas idénticas porque estaban seguros de que Cranston necesitaría múltiples intentos. La idea original ni siquiera era que la pizza se quedara sobre el tejado: bastaba con que cayera al suelo de manera frustrante.
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Pero Bryan Cranston, con su precisión de actor comprometido y un golpe de suerte, logró el lanzamiento perfecto. El resultado fue tan impresionante que el equipo decidió dejarlo tal cual. Gilligan lo describió como un "milagro televisivo", y Cranston se ganó aún más la admiración de sus compañeros. Desde entonces, esa pizza dejó de ser una simple comida para convertirse en parte del mito de Breaking Bad.
Esta anécdota muestra por qué Bryan Cranston fue tan crucial para el éxito de Breaking Bad. Su capacidad para encarnar cada gesto de Walter White, desde lo más intimidante hasta lo más patético, lo convirtió en uno de los protagonistas más memorables de la televisión.