No hay muchos filmes independientes con viajes en el tiempo; la estructura de éste, y el hecho de que no hay concesiones para el espectador respecto a las consecuencias de viajar en el tiempo, lo volvió un filme de culto.
Abe y Aaron son dos ingenieros que complementan el ingreso de su trabajo con proyectos tecnológicos propios que desarrollan en la cochera de Aaron. Experimentando con sus artefactos, ambos desarrollan una especie de caja que les permite viajar en el tiempo. A partir de ahí, las personalidades de ambos (Abe, cuidadoso; Aaron, impulsivo) tomarán caminos diametralmente opuestos y mientras Aaron pretende usar el invento para invertir en la Bolsa de valores, según cómo se ha comportado el mercado en el futuro; mientras Abe pretende no cruzarse con sus contrapartes en ningún lugar del tiempo, para no crear paradojas. Sin embargo, las cosas no salen como se pretenden y los problemas éticos, filosóficos y prácticos (en algún momento, uno de ellos pretende viajar al pasado para autoadvertirse y nunca construir la máquina), no se hacen esperar, dando como resultado la creación de universos y Abes y Aarons paralelos.