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    Rambo: Last Blood
    Críticas
    1,5
    Mala
    Rambo: Last Blood

    Pobre Rambo

    por Octavio Alfaro

    Pareciera que fue ayer, pero en realidad han pasado 37 años desde que John Rambo (Sylvester Stallone) debutó en el cine con la idea clara de no dejarse vencer por el sistema gubernamental, intereses políticos y menos por las guerras (que muchas veces ni siquiera eran sus batallas). La trilogía original fue entretenida, redundante (hay que decirlo) y de fórmula, pero al final de cuentas tanto el trabajo de Stallone detrás del personaje y las escenas bélicas (creíbles para ese entonces) estaban a la altura para crear una franquicia alrededor de este justiciero, que tristemente se han negado a dejar en paz y Rambo: Last Blood sólo alarga la agonía.

    Y digo lo anterior porque desde John Rambo (la película de 2008) la calidad de los filmes comenzó a decaer, metiendo excusas poco creíbles para provocar al protagonista y hacerlo entrar en modo combate una vez más. Sin embargo, Rambo: Last Blood es aún más deprimente que su antecesora y créanme cuando les digo que no es por la edad de Stallone, quien para sus 73 años todavía se conserva bien físicamente y sigue teniendo fuerte presencia a cuadro, sino porque las historias alrededor del personaje son cada vez menos creíbles y rozando lo ridículo en esta ocasión.

    Como sabemos, John sufre del trastorno por estrés postraumático desde que terminó su participación en la guerra, situación que detona las acciones de la primera entrega. Pero con el pasar de los años esto ha quedado (naturalmente) relegado en su personalidad, ya que esta vez es un hombre pacífico, amante del cuidado de los caballos, que convive con una familia que adoptó y capaz de mantener a raya la ira que lo inundaba.

    Esto para nada es un problema, sino que el rumbo humano del personaje es terrenal y nada fuera de lo común, el problema es el contexto de su nueva aventura. El secuestro de su hija adoptiva lo lleva a cruzar la frontera con México y encontrarse con un cártel de tráfico de mujeres y drogas que le declara la guerra al septuagenario justiciero. A partir de ahí comienza el toma y daca que hasta es enmarcado por momentos por la canción “Five to One” de The Doors.

    Si bien los temas políticos siempre han estado presentes en las narrativas de las películas, no habían estado tan marcados como en la actualidad, que con los desacuerdos entre México y Estados Unidos por la frontera y el paso de migrantes, no es la excusa perfecta para mezclar al personaje en la situación y mucho menos cuando un presidente como el de nuestro país vecino del norte está dando de qué hablar en su mandato por temas como esos.

    Por si fuera poco, los momentos de acción tardan mucho en llegar y cuando lo hacen, aunque son visiblemente más trabajados que años previos, son tantos que te cansas de verlos, además que algunos son risorios por cómo se llevan a cabo. En conclusión, Rambo: Last Blood es la decadencia sin frenos del personaje. Una entrega innecesaria que ni siquiera funciona como epílogo de su historia, sino como una mancha en el historial casi icónico que había dejado el personaje con la trilogía ochentera.

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