Al igual que el eje central de “Lucy” esta película habla de todo a la vez que no habla de nada, y no lo digo cómo algo negativo sino cómo el signo distintivo de esta más que película, experiencia. Siento que es de esas narrativas que una vez que la terminas de ver quedas con más preguntas que respuestas, ya que esta aborda un sinfín de alegorías al avance y significado humano, a la vez que también es una cinta de acción con algunas de las secuencias más refinadas en este genero que he visto, la escena del hospital y de la persecución son visualmente espectaculares.
Algo que me gusta del cine francés es cómo mantienen su estética aún para sus producciones más comerciales, una paleta de colores con tonos ácidos a la vez que callejeros y deslavados, que contrastan con entornos de suma opulencia, planos subjetivos e incómodos hacia los personajes, pero también contrastados con planos abiertos más tradicionales, que esta película toma en las secuencias de acción, y más allá del hermoso retrato que esta hizo de la época en la que fue creada, cada aspecto técnico rebosa en personalidad.
Al final en completa sinceridad, casi no entendí ningún de los temas más metafóricos que toca esta película, pero lo que amé de esta es que no necesitas entenderlos para dejarte fascinar por esta película, porque en su exterior es tan propositiva e interesante para hacerte deslumbrar con sus visuales al igual que con alguna interpretación que logres atrapar o con cada diálogo lleno de sustancia que suelta Morgan Freeman.
Yo soy de los que piensan que una gran historia en el cine no se puede abordar en hora y media, ya que esta duración es más un estándar para narrativas más banales como comedia o acción, pero en Lucy cada segundo es oro, no hay ni una escena de relleno o intrascendente, cada diálogo exterioriza y le da más capas a un ensayo que en toda su duración nunca deja de ser interesante o propositivo, esta película es un viaje en acido del cual nunca quieres despertar, y es confusamente hermoso.