Crítica de SensaCine.com.mx para Rostros de una mujer: La historia tiene tantas incógnitas que uno tiene que aguantar hasta el final.

Orpheline, su título en idioma original, es un drama francés que dibuja los diferentes rostros de una misma mujer en cuatro momentos difíciles de su vida.

Mediante una narración fragmentada y poco explicativa, Kiki (Véga Cuzytek) la pequeña hija de un matrimonio distanciado, enfrenta una tragedia mientras juega con sus amigos en un deshuesadero. A partir de ese momento, algo cambia radicalmente y Karine -como en realidad se llama-, va adquiriendo una nueva identidad conforme crece por motivos de supervivencia: en la pubertad, es interpretada por Solène Rigot, quien exhibe su belleza, precocidad, pobreza y la relación rota con su padre.

Como adulta joven, se hace llamar Sandra (Adèle Exarchopoulos) y la vemos involucrada en un delito. Diez años más tarde, en su época adulta, la conocemos como Renée (Adèle Haenel) una maestra devota a sus alumnos en abandono social, pero pronto descubrimos que es sólo un holograma de mujer redimida.   

Arnaud des Pallières, el director de esta película, opta por presentar a una actriz distinta para cada etapa, situación que al inicio resulta confusa pero que logra entenderse a fuerza. La historia coescrita por Pallières y Christelle Berthevas, tiene tantas incógnitas hasta el último minuto, que con tal de tener respuestas sobre esta chica abusada-abusadora, aguantamos hasta el final. 

También, ayuda la carga sexual en determinadas escenas, hay una clara inclinación por retratar los pechos de Karine, sobre todo cuando juega a ser una especie de Lolita seduciendo a sus mayores. Esto aporta picos para no desesperar en una película con duración de 111 minutos.

Saltando entre pasado y presente, se va formando el retrato de una mujer quebrada, cargada de sensualidad, cuya única constante ha sido huir. La pregunta es: ¿Lo hará siempre?