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    La noche devoró al mundo
    Críticas
    3,5
    Buena
    La noche devoró al mundo

    Cuando no ser zombi es peor que estar muerto

    por Tamara Cuevas

    Un apocalipsis zombi que traspasa la pantalla en forma de metáfora para hablarnos sobre la soledad que aqueja a la sociedad en pleno siglo XXI. Suena raro, pero ese es el eje central de La noche devoró al mundo, película francesa del director Dominique Rocher. 

    Estamos ante algo que parece casi imposible de hacer – o filmar – sin causar la risa de críticos y audiencias. Sin embargo, el primer largometraje de Rocher libra los obstáculos y se planta como la gran metáfora de los tiempos milennials, en la que estar solos es peor que estar muertos… o convertidos en zombis, en este caso.

    Sam, interpretado por Anders Danielsen, es un joven antipático (del que sólo sabemos que es músico) que acude a la fiesta de quien parece ser su exnovia, Fanny, en busca de unas cintas musicales que dejó en el apartamento y que no se llevó consigo cuando se terminó la posible relación que tuvo con ella. 

    Detestando su vida y rodeado de gente desconocida mientras espera a que Fanny traiga sus cintas, Sam decide ir al baño pero en el camino choca abruptamente con alguien que sale corriendo de una habitación. La nariz de Sam comienza a sangrar y se recluye en un cuarto desocupado, donde cae en un sueño profundo. Al despertar, se da cuenta que todos están muertos o se han convertido en zombis. 

    La cinta, a la que podríamos describir como intimista, sigue el aislamiento de Sam en el departamento de Fanny. A diferencia de los héroes que una y otra vez se nos han presentado en cintas de este tipo, Sam no está interesado en encontrar una explicación al problema y, mucho menos, una cura. 

    La noche devoró al mundo está basada en la novela homónima de Pit Agarmen, seudónimo del escritor Martin Page, y es bastante cercana a la película, aunque Rocher alteró algunas partes del libro con el fin de hacer que la situación de Sam resonara más en el espectador

    No obstante la premisa zombi, en esta película no existe el arquetipo de Brad Pitt salvando a la humanidad y, mucho menos, el de Milla Jovovich asesinando decenas de zombis en una iglesia. La noche devoró al mundo se va hacia otro extremo, en donde podría acercarse a  El desesperar de los muertos vivientes, de Simon Pegg y Edgar Wright, pero no por pretender ser cómica como ésta, sino porque ambas producciones tomaron un rasgo repetitivo en el género del terror (zombis) y crearon un producto completamente diferente a partir de eso, que sorprendió a algunos y disgustó a otros. Es ahí donde yace, según como se vea, la ventaja o desventaja de la película de Rocher.

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