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    La monja
    Críticas
    2,5
    Regular
    La monja

    No dejes de rezar por un buen spin-off

    por Tamara Cuevas

    Desde el 2013 hemos sido poseídos por un ente maligno al que le pagamos por asustarnos de cada año: la franquicia de El Conjuro. Este año llegó a cines La Monja, el primer capítulo de este universo, dirigido por Corin Hardy, un inglés junkie del terror clásico, el cual prometía mucho y nos cumplió poco.  

    La historia se sitúa en 1952, cuando se le asigna al padre Burke investigar el caso de una monja que cometió suicidio en una pequeña abadía de Rumania. El padre, interpretado por el mexicano Demián Bichir, asiste a las instalaciones religiosas acompañado de la Hermana Irene, llevada a la pantalla -- de manera muy dramática -- por Taissa Farmiga, hermana menor de la protagonista original de la franquicia, Vera Farmiga.

    El curriculum de Hardy lo perfilaba para ser el director que, además de satisfacer a los fanáticos, plantaría la semilla de la que podría ser la mejor película en el universo de El Conjuro, pues su largometraje debut (Los hijos del diablo, 2015) resonó, no solo en los fanáticos del terror fantástico, sino en el propio James Wan. Esto aunado a su increíble técnica en Butterfly, un oscuro cortometraje en stop-motion que tardó cinco años en completar.

    Sin embargo, en algún punto del camino, Hardy se perdió entre lo que imaginó (por los bocetos a los que tuve acceso) y lo que plasmó como resultado final: un punto flojo en la cronología de El Conjuro. Una teoría para el fracaso de esta producción podría ser la fórmula que se ha usado desde el estreno de Annabelle, la cual radica en gastar muy poco en la primera parte del spin off para después, con lo recaudado en taquilla, hacer una secuela que no solo cumpla, sino que supere las expectativas del público. Un guiño muy claro a la estrategia que ocupa el productor Jason Blum desde Actividad Paranormal.

    Corin creó una atmósfera terrorífica dentro de un verdadero castillo en Rumania, pero los efectos visuales que se utilizaron fueron demasiado precarios, lo que no significa que sean malos, simplemente, resultó difícil no compararlos con los que tanto nos sorprendieron en El Conjuro (2013) o Annabelle: la creación (2017).  

    Asimismo, la historia no nos revela la historia detrás del personaje interpretado por Boonie Aarons, únicamente nos narra un poco sobre el origen del demonio en sí (Valak), ¿deberíamos esperar una película más sobre la persona a la que poseyó el demonio?

    A pesar de los tropiezos, La Monja tiene buenos momentos, aquellos donde pareciera que se le dio libertad a Hardy para salirse del molde. Uno de estos es la secuencia donde toma sentido la frase que se explotó en la publicidad de La monja: “No dejes de rezar”. Bueno, yo solo rezo para que Hardy supere esta mala racha y también para que The Crooked Man, spin off que ya se aprobó, sí esté a la altura de mis más profundas pesadillas.

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