En el suroeste de África, en el país de Namibia, es común recibir adinerados turistas, de todas partes del mundo, aunque en especial de Austria y Alemania, que arriban al lugar con un solo propósito, la cacería de animales. Como si se tratase de un parque de diversiones para cazadores, el documentalista austriaco, Ulrich Seidl, sigue a varios grupos de “turistas” austriacos, una pareja de ancianos, una familia de cuatro miembros, un joven solitario, quienes disfrutan dichas vacaciones y las consideran un ejercicio ejemplar, respetando diversos rituales para la cacería, el rastro a seguir de la especie abatida, la forma en que deben tomarse las fotografías y demás, todas alcanzadas a un precio accesible, mostrando uno de los rasgos más tristes de la humanidad, la crueldad hacia su entorno.