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    La luz del fin del mundo
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    La luz del fin del mundo

    Casey Affleck, ¿mejor actor o director?

    por Iván Romero

    Después de aquel experimento del 2010 titulado I’m Still Here, el ganador del Oscar: Casey Affleck se pone nuevamente detrás de la cámara para dirigir el drama post-apocalíptico La luz del fin del mundo, la cual también protagoniza. Affleck se vislumbraba con una carrera mucho más prometedora luego de haber ganado el premio de la Academia como Mejor actor por Manchester by the Sea, pero los escándalos alrededor del intérprete le han puesto obstáculos para obtener mejores proyectos.

    La historia se centra en dos personajes: un padre y una hija intentando sobrevivir a un mundo exterminado por una pandemia, la cual aniquiló a la mayoría de las mujeres en todo el planeta. Ella tiene que esconderse tras un cúmulo de ropa para pretender que es un hombre y así no ser una tentación para quienes habitan el planeta. Los dos deambulan de un lado a otro sin rumbo fijo, quizá buscando pertenencia y poder establecerse, pero las condiciones de cada lugar al que llegan se los impide y con esto sus esperanzas se minimizan cada vez más.

    Hay algo complicado en el asunto de la premisa que, aunque interesante, no puede interpretarse como misógina, ya que el mismo Affleck, después de sus asuntos personales, no deja de ser arriesgado al desarrollar una historia en la que la ausencia de mujeres es determinante. Esto es un factor que, sin duda, afecta a la película para ser apreciada.

    Entrando de lleno al filme, la fortaleza de la historia cae en la dupla de Affleck y Anna Pniowsky, quien interpreta a su hija. La química entre ambos es entrañable y de inmediato nos remiten a Leave No Trace, una joyita independiente protagonizada por Ben Foster, en la que también se plasma la relación padre-hija.

    La película resulta intimista y personal en exageración y quizá su punto débil es el guion, ya que hay situaciones inexplicables y hoyos argumentales evidentes; de pronto se tiene la sensación de que en algún momento algo va a explotar -dramáticamente hablando- pero no sucede. Quizá no es particularmente el viaje que quiere contar Affleck, lleno de referencias bíblicas; una metáfora de sobrevivencia en la que incluso en el mismo bosque donde yacen los dos protagonistas la mayor parte del filme se vuelve un personaje más: frío, ausente de sol, con nubes que parece que se mueven con la misma lentitud del dúo y que se encuentran tan perdidos como ellos.

    El fondo distópico tan solo es un pretexto para explorar la paternidad: el tan oportuno y delicado tema de la identidad y el recurrente asunto del sentido de pertenencia. Por otro lado, hay claramente una lectura social, en la cual se enfatiza las relaciones humanas y su complicada manera de llevarse. Sin duda una serie de discursos bastante relevantes, lo cual indica que en Affleck hay un director comprometido y con muchísimas cosas qué decir. Es pausada y reiterativa, pero La luz al fin del mundo es un drama íntimo, que sobresale en una cartelera de pronto llena de parafernalia saturada.

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