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    Cara de ángel
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Cara de ángel

    Marion Cotillard no responde al llamado materno

    por Tamara Cuevas

    Desde Pedro Almodóvar hasta Michel Franco, las temáticas madre-hijo han sido un punto de partida para reflexiones cinéfilas sobre la naturaleza humana, Cara de Ángel, el largometraje debut de Vanessa Filho, no es nada nuevo bajo el sol.

    Marlène es una madre soltera alcohólica, a quien le parece completamente normal llevar consigo a su hija de ocho años a clubes nocturnos, para luego abandonarla, escapar con un hombre desconocido que aparenta tener mucho dinero y desaparecer por casi una semana. Interpretada por Marion Cotillard – quizás en su papel menos relevante – Marlène justifica su irresponsabilidad explicando que “es solo la naturaleza humana que está equivocada”; no siente el famoso y normalizado “llamado materno”.

    Filho pone ante nosotros un mundo en que la figura del adulto está rota por dentro, sin nada que ofrecer, ni siquiera amor propio. Es en este ecosistema en el que vive Ellie, una niña de ocho años que, con el afán de sentir a su madre cerca, recurre también a la botella. Con el abandono de Marlène, Ellie se ve envuelta en muchas cosas que no comprende, como cuando un compañero de la escuela la llama cougar y, a cambio de un abrazo y un beso en la mejilla, le paga unas monedas.  

    Cuando no sabe a quién recurrir, Ellie encuentra un amigo en un hombre mayor que solía ser clavadista. A pesar de su corta edad, la niña sabe que Julio la entenderá, pues al igual que ella, él no tiene una buena relación con su padre. El mundo desgarrador y cruel en el que conviven madre e hija se ve amortiguado – o disfrazado – por el glitter que está presente en uñas, sombras para ojos, vestimenta, zapatos y hasta en la piel de Marlène y Ellie, tal vez como el vínculo invisible que existe entre ellas.

    No obstante los pequeños símbolos que utiliza Filho para sostener y darle identidad a su película, en un momento se vuelve cansado ver cada tres segundos una copa de vino, un cigarro o un “brillito” en alguna parte de la pantalla. Y así como el glitter es excesivo, también lo es el drama, no porque los dramones no sean bien recibidos en pantalla grande, sino porque no tiene ningún sentido haber arriesgado tanto en una película que, ya en su final, no aprovecha la libertad que tomó para narrar situaciones fuertes y crueles sobre una maternidad no deseada.

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