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    Mi perro Tonto
    Críticas
    2,5
    Regular
    Mi perro Tonto

    Es la crisis de mediana edad, el perro es solo el pretexto

    por Carlos Gómez Iniesta

    "Si durante los reveses de la fortuna permaneces completamente tranquilo, si puedes comer felizmente lo que hay en tu plato, si puedes correr todo el día y dormir por la noche sin tener que beber o tomar una píldora, si puedes experimentar satisfacción dondequiera que estés, probablemente seas un perro". 

    En esas líneas cabe Mi perro Tonto (que en realidad, debería de ser Mi perro Estúpido, pero quizá es demasiado fuerte para usarla comercialmente en México). Todo comienza cuando un perro gigante, sucio y oloroso aparece en la casa de Henri (Yvan Attal), un escritor que lo ganó todo hace 20 años con su primera libro y que no ha podido igualar el éxito de aquel entonces durante décadas. Cécile (Charlotte Gainsbourg), su esposa, le pide que saque al intruso de la propiedad, pero parece tan amenazante, que mejor le pide ayuda a cada uno de sus cuatro hijos. Todos fracasan en el intento y el mastín napolitano se queda en casa bajo el nombre de Estúpido.

    En esta película que es parte del Tour de Cine Francés 2020 no encontrarán al perro que al final una a toda la familia, como Beethoven o Marley y yo. Es más bien un pivote que ayuda a ventilar los problemas de esta familia, que a simple vista parecía tenerlo todo gracias. Es aquí el padre quien, en una crísis de la edad y del éxito es quien provoca la desintegración de la familia. Los jóvenes hijos, que apenas están descubriendo la vida por sí solos, encontrarán sofocante su vida y el interés que tiene por Estúpido, mismo que ellos no gozan. Egocentrico, desinteresado y viviendo de la añoranza poco hace para retenerlos. 

    El actor Yvan Attal dirige su sexto largometraje y se asume como el protagonista de esta adaptación del libro homónino de John Fante. Su tono navega entre el sarcasmo, el drama y la comedia ácida  provista por el protagonista. Es el análisis de un hombre cuyo éxito pasado lo ha amargado y que sabe el el tiempo no perdona. Cuando el nido queda vacío por su pedantería y poca interés por sus hijos, a quienes les echa la culpa de su bloqueo, los problema conyugales explotan. Y eso provoca el gran atractivo de la película, pues las discuciones que mantiene con la estupenda Charlotte Gainsbourg, quien ha aparecido en la mayoría de las películas del director, son piezas de diálogo intenso. Sobre todo en tres escenas esenciales: una donde se fuman un churro, otra donde se reencuentran en un estacionamiento y la última donde se resuelve todo con una poderosa frase. 

    En cuanto al perro, sí, claro, tiene sus momentos. Da para momentos cómicos, ya saben, destrucción y lujuria con las piernas de los extraños. Pero más bien se mantiene del lado del protagonista entre la tormenta. Su silencio e introspección es la que lo hace cambiar y detona el cliché más grande entre escritores: cuando se escribe con sincerad ese texto suele ser una genialidad. Y después el perro desaparece sin que sepamos fue una visita divina, terrenal o algo más. De nuevo, el perro no es el centro de este mundo aunque lo quieran vender como una cinta familiar (que no lo es).  

    Czeslaw Milosz lo resume mejor con la frase que aporta a esta película: "Cuándo nace un escritor en una familia, la familia está acabada".

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