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    Fausto
    Críticas
    2,5
    Regular
    Fausto

    Interpretación onírica del clásico

    por Carlos Gómez Iniesta

    Aquella leyenda alemana en la que el Diablo pide un alma a cambio de favores y que inspiró a gigantes como Rembrandt, Marlowe o Goethe, tiene una muy libre interpretación, casi un tributo, bajo la mirada de la antropóloga y artista Andrea Bussmann en su tercer largometraje. Este Fausto se va entretejiendo con las leyendas de un remoto pueblo costero de Oaxaca en el que los extranjeros que han tratado de estabalecerse han padecido diferentes destinos. 

    Entre ellos están Fernando y Alberto, dueños de un establecimiento que busca expandir sus territorio. Dicen que un joven francés les pidió asilo a cambio de trabajo. Pero pareciera que este extraño ha estado rodando por aquí siempre, tentando a aquellos que buscan riquezas en una tierra ajena, haciendo que estos dos emprendan una búsqueda eterna, entre personajes huraños, animales ciegos y paísajes místicos para reclamarle sus promesas.   

    Con la interesante voz en off de Gabino Rodriguez como el narrador omnipresente –actor recurrente del director Nicolás Pereda, coproductor de esta cinta– las imágenes de la vida cotidiana se transforman en un paraíso embrujado a través de su palabra. Un limbo en el que conviven los vivos con las historias de sus muertos, siempre presentes. Con personajes que aparecen y desaparecen en las leyendas, humanos que se transforman en perros, tumbas duplicadas, hipnósis de estrellas y Luna. La directora nacida en Toronto pero radicada en México logra un estado de ensoñación único. Éste es acentuado por el particular estilo de las imágenes digitales trasladas a 16mm. Pero, lamentablemente, nos expulsa intempestivamente del embrujo cuando entra música electrónica, aparecen entrevistas a los locales o saltamos a un museo con animales disecados claramente fuera de las locaciones del resto de la cinta. Y si salimos de ese mundo, es posible que ya no queramos entrar de nuevo. De todas maneras, eso no impide que, tras la función, se procure acomodar las piezas del rompecabezas, lleno de simbolismos, que nos da la oportunidad de contemplarlo en su totalidad. 

    Después de realizar ese proceso, se descubre que también es una metáfora de la colonización a los pueblos originarios traída desde el viejo mundo. También al poder de las resistencia de los pueblos a través del misticismo de la naturaleza. Aún cuando hay tributos velados y otros muy consientes al mito faustiano, esta cinta se acerca más al ambiente y tempo de la colombiana El vuelco del cangrejo, con su ejemplo de identidad, aguante y mística, que a las otras apariciones de Mefistofeles en el cine. Es una propuestas singular, de apenas una hora de duración, que muestra la valentía de dar otra lectura, experimentar, con los clásicos que generalmente son considerados sagrados.

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