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    El niño 2
    Críticas
    2,0
    Pasable
    El niño 2

    Más fórmula que propuesta

    por Iván Romero

    De antemano sabemos que el género de horror es uno de los más rentables, desde la literatura hasta la pantalla grande, pasando sorprendentemente incluso por el teatro. Y es que la adicción al susto y a relatos torcidos provoca una serie de sentimientos encontrados en los espectadores que quieren encontrar historias que los perturben y los hagan enfrentarse con sus mayores miedos; quizá ahí está el reto y la fórmula para encontrar tramas genuinas que dejen helada a la audiencia. Hoy por hoy hay grandes autores saliendo de lo convencional y reinventando el género, pero también están las clásicas historias llenas de situaciones sobrenaturales, casas encantadas, muñecos diabólicos y ahí nace un hibrido entre el thriller, lo fantástico y el terror.

    Todo esto a propósito de El niño 2, secuela del éxito del 2016: El niño y dirigida por William Brent Bell, quien regresa en su mismo puesto para generar una posible franquicia de este muñeco de cerámica tenebroso, dentro del cual vive (¿o no?) el espíritu de Brahms, un infante que busca venganza tras quedar atrapado en las paredes de la mansión Heelshire. Recordemos que en la primera entrega descubrimos que más que un muñeco, el protagonista era una persona de carne y hueso, por lo que una secuela no tenía sentido, pero aun así aquí estamos.

    Cuatro años después de aquel filme, Brent Bell se va por lo seguro y lo que en El niño era un misterio absoluto rodeado de cierta atmósfera gótica gracias a su puesta de cámara, un manejo de tensión oportuno y una casa que ayudaba a que todo lo anterior se diera en cierta medida, aquí es un cúmulo de lugares comunes que no aportan nada, ya no digamos al género, sino a la posibilidad de crear un universo extendido y múltiples secuelas.

    La secuela olvida a Greta Evans (Lauren Cohan), la niñera protagonista que cuidaba de Brahms, y se centra en el matrimonio de Liza (Katie Holmes) y Sean (Owain Yeoman), cuyo hijo: Jude (Christopher Convery) sufre un trauma después de que es atacado junto a su mamá por unos asaltantes en su hogar. Por ello deciden mudarse de la ciudad a una casa en el bosque para ayudar a que ambos superen sus conflictos internos. Al llegar Jude encuentra a Brahms enterrado en el bosque y es gracias a él que empieza a mejorar, hasta que las cosas se empiezan a salir de control y la familia tiene que luchar contra una serie de eventos sobrenaturales y confiar entre ellos, si quieren salir con vida.

    Sí, la premisa mencionada la hemos visto innumerables veces. La casa que la familia protagonista renta se encuentra a unos metros de la mansión Heelshire, así que los fans de la primera entrega en efecto tendrán referencias, pero no lo suficientemente ingeniosas para empatizar con la secuela. Cierto es que en un principio se deja ver a esta familia batallando contra la comunicación para poder salir adelante y quizá ahí es cuando se encuentra lo más interesante, pero esto tampoco se desarrolla lo suficiente, ya que nada evoluciona para provocar los clásicos jump scares, las puertas que se cierran sin razón y Katie Holmes con un solo tono de preocupación en la película, luciendo incómoda y quizá dándose cuenta que ya era muy tarde para renunciar a su papel.

    Parece que esto fue escrito en unos segundos y que realmente no hubo un trabajo de mesa para intentar crear un universo en torno al muñeco o entregar un filme por lo menos entretenido a los amantes del terror. La edición es terrible, el sonido y la música son torpes y su resolución es atropellada y sin sentido. Vaya desastre de película.

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