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    Sanctorum
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Sanctorum

    La furia natual

    por Iván Romero

    Hace cuatro años, el poblano Joshua Gil hizo su debut como director con La maldad, largometraje que ahonda en la desesperanza de la vejez y la soledad como único final dentro del marco de la existencia, teniendo de contexto temas como la desigualdad social, el hartazgo político, entre otras cosas. El filme tuvo recorrido por varios festivales y eso le abrió las puertas para su segunda película: Sanctorum (Santuario, en latín), un híbrido entre documental y ficción que escribe y dirige. La propuesta es ambiciosa debido a cómo está estructurado, pero de una forma u otra termina como un retrato que pocas veces vemos en pantalla como la criminalización del campo mexicano. El largometraje cerró la sección fuera de concurso del 76 Festival Internacional de Cine de Venecia y ahora toca el turno de verlo en México.

    Gil parte la historia en tres: primero se inmiscuye en la vida de cada uno de los habitantes del poblado, donde prácticamente es tierra de nadie y cuyo oficio para subsistir es el cultivo de marihuana y la siembra de estupefacientes. Después vemos a un niño gritando por su madre (a quien perdió) mientras corre en un bosque en donde la luz se minimiza y la esperanza de encontrarla se va apagando de igual manera. Como compañía tiene a su abuela, quien insiste en pedirle a la naturaleza que le devuelva a su mamá.

    Por último, vemos hermosos paisajes destacando el clima húmedo y lluvioso, pero no se siente la clásica melancolía, sino que se percibe una presencia que resulta ser esa misma naturaleza a la que el niño pide a gritos por su madre. Desafortunadamente “la naturaleza” se encuentra cansada, harta de cada uno de los crímenes que se comenten y no se castigan, no sólo en el país, sino en el mundo entero y, por ende, toma una decisión: acabar con el planeta. Ya no hay esperanza ni para estos trabajadores, ni para sus verdugos. El aire se esfumó.

    El filme fue rodado en su mayor parte en Oaxaca y hablado en lengua mixe. Gil incluso utilizó a indígenas y narcotraficantes reales. Este método tiene reminiscencias del cine de Carlos Reygadas (Luz silenciosa) -con quien cual Gil inició como su asistente en varios de sus filmes- y de Amat Escalante (Heli). No hay violencia gráfica, pero no es necesario, los relatos de cada uno de los trabajadores denotan el horror de estar viviendo a merced del crimen organizado. No hay diablos personificados, pero no hace falta, ya quienes se volvieron dueños de la vida de esta gente, sin preguntar, son el mismísimo demonio.

    Dicho todo esto, el filme es un oportuno y necesario testamento, ya que da visibilidad a una parte importantísima de nuestro país: el campo y su gente; pero la mezcla de fantasía en la que sumerge el director al relato saca de pronto al espectador y no le permite avanzar. Te sientes perdido y, si bien se puede entender la conexión, esta no es del todo palpable, o por lo menos no está hilada orgánicamente y parecen viñetas intercaladas para que el espectador descanse de la tragedia que está presenciando.

    Se reconoce que Sanctorum es una propuesta arriesgada y valiente. Su director demuestra que no le tiene miedo a la realidad sociopolítica de México y la pone en esta ventana con un giro distinto que no logra cuajar del todo, pero que vislumbra a un cineasta que quiere experimentar y, sobre todo, tiene cosas qué decir sobre asuntos que no se tocan, sólo le hace falta más pericia para que las palabras y las imágenes se unan y proyecten un mismo discurso.

    Sanctorum se estrena en México en el FICM (Festival Internacional de Cine de Morelia).

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