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    Ya no estoy aquí
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    Ya no estoy aquí

    Dolorosa muestra de la pérdida de identidad

    por Carlos Gómez Iniesta

    En Ya no estoy aquí, segundo largometraje de ficción del capitalino Fernando Frías, el director continua analizando los choques culturales al migrar a otros países. Si Rezeta del 2012 trataba sobre la vida de una modelo albanesa en la Ciudad de México, en su nuevo filme conocemos a Úlises, un joven quien intentará adaptarse a la dura vida de Nueva York tras abandondar Monterrey. 

    En pleno auge del movimiento de la Kolombia Regia, Úlises es el líder de una pandilla que dedica el tiempo a vagar por las calles, pedirle algunos pesos a uno que otro estudiante, pero sobre todo, a bailar cumbias "rebajadas" en comunión con sus amigos. Si bien este mundo ya fue explorado por el triángulo amoroso de Cumbia callera en 2007, el análisis social de Ya no estoy aquí se extiende más allá, analizando fenómenos que por el paso del tiempo, la cinta de René Villareal era imposible que tocara. Ésta se desarrolla en los inicios de la década de los 2010, años en el que se llegó al climax de violencia en Nuevo León, así es que también aquí se muestra la penetración de Los Zetas en la vida civil. Debido a ese choque de poderes, por estar en hora y lugar equivocados, Úlises tendrá que salir huyendo del país.

    Nacido del laboratorio de Sundance 2014, el guión del mismo Frías no va por el camino sencillo de la afinidad inmediata. Desde la vestimenta al excentrico peinado "que parece una gallina en la cabeza", Úlises no es un personaje con el que uno se relaciona facilmente. Es intolerante, apenas se comunica y es testarudo –"necios por siempre"–. Es sólo con el paso de la historia y viendo el rostro del debutante Juan Daniel García que uno empieza a empatizar con él y su conflictiva lucha interna. Es entonces cuando uno comprende otra de las consecuencias que la Guerra conta el Narcotráfico impulsada por Felipe Calderón tuvo en los jóvenes de por si ya marginados de la sociedad. No sólo fue la violencia física, el reclutamiento forzado, sino también la violencia mental, la separación de las familias, la soledad, pero sobre todo, la pérdida de identidad bajo los poderes fácticos. No espoilearé, pero uno acaba sufriendo con Úlises aquella escena de las escaleras mientras está en el extranjero.

    Éste es un paso adelante en la carrera del director que, quizá valga la pena decirlo, ha experimentado en carne propia algunos de los sinsabores de vivir en el extranjero. A comparación de su cinta anterior, Ya no estoy aquí es más ambiciosa en producción no sólo por la exigencia de tener que filmar en dos países sino por el número de personas que aparecen a cuadro. Aquí se sigue trabajando con actores no profesionales, mismos que le dan el realismo que de otra forma no tendría. No sólo es su estupendo protagonista, sino las decenas de extras que participan en las fiestas y protestas. Por supuesto hay que agregar la importancia de la música –primordialmente cumbia– como otro de los protagonistas: por ella vale la pena apretarse el cinturón, recibir una golpiza o quedarse sin un techo. Pero también alienta a encontrar una imagen materna o entregarse a la nostalgia por su tierra a pesar de nunca soltar su rígida coraza. Gran trabajo en la supervisión musical por parte de Joe Rodríguez y Javier Nuño (Historia de un crímen: Colosio) que incluye clásicos colombianos de leyenda como Lisandro Meza, Policarpo Calle y José María Peñaranda. Algunos de ellos con el tempo reducido o "rebajado", como lo dicta el movimiento Kolombia. 

    Con una narrativa arriesgada, contada con inusuales saltos de tiempo propuestos por el editor Yibran Assuad y el mismo Frías, estamos frente a un importante retrato sobre la identidad y la dolorosa pérdida de ésta. También es una prueba de que no todas las personas que están del otro lado quieren estarlo y lo demoledor de un regreso a una tierra que ya no reconces. Por eso es tan atinado el título de la cinta que sugiera el estar sin estarlo; el limbo que se abre cuando ya no se pertenece ni aquí ni allá. La escena final lo ejemplifica muy bien: con el horizonte de Monterrey como escenario pareciera que la música hará que todo se componga, pero su súbita interrupción parece augurar un destino no muy esperanzador... demoledor. Ya no estoy aquí deberá de estar muy presente en la entrega del Ariel del año que corresponda a su estreno. 

    Ya no estoy aquí se abre en México en el FICM (Festival Internacional de Cine de Morelia). 

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