El testimonio de esta estrella se suma a una conversación cada vez más necesaria en Hollywood: la de entender que detrás del brillo, muchas veces, hay batallas que no se ven.
En Hollywood, cada vez son más las estrellas que deciden hablar sin filtros sobre su relación con las sustancias nocivas. Robert Downey Jr. ha contado una y otra vez cómo tocó fondo antes de reconstruir su vida y su carrera. Jamie Lee Curtis ha sido clara al explicar lo difícil que fue aceptar su adicción a los opioides y mantenerse limpia durante décadas. Ben Affleck, por su parte, ha reconocido públicamente sus recaídas y lo complejo que ha sido convivir con esa lucha mientras estaba bajo los reflectores.
Estas historias tienen algo en común: rompen con la idea de que el éxito protege de todo. Desde fuera, muchos de estos actores parecían tenerlo resuelto: carreras sólidas, prestigio, premios y estabilidad. Pero detrás de cámaras, la realidad era otra.
Y entre los casos que menos se visualizan están aquellos donde las personas siguen funcionando "perfectamente", trabajando y cumpliendo de forma impecable, sin levantar sospecha alguna. Hasta que, con el tiempo, la verdad sale a la luz y los obliga a replantear lo que creíamos saber sobre esa figura admirada.
Un hábito silencioso durante años
De forma valiente, en una entrevista reciente con Esquire, Denzel Washington reveló que durante 15 años bebió dos botellas de vino al día. No en fiestas descontroladas ni como parte de un estilo de vida caótico, sino como un hábito integrado a su rutina. Washington explicó que nunca se consideró a sí mismo un "adicto" en el sentido tradicional, pero reconoció que se trató de una conducta claramente destructiva.
El consumo fue tan constante que en 1999 decidió construir una bodega con 10 mil botellas de vino. No era algo ocasional ni social, sino que era parte de su día a día. "El vino era lo mío", confesó, y con el paso del tiempo, el hábito escaló a niveles absurdos. "Llegó un momento en que descorchaba botellas de 4mil dólares solo porque era lo único que me quedaba", dijo lo que ocurría mientras su carrera seguía intacta.
Éxito, disciplina y nadie se daba cuenta
Lo más sorprendente del testimonio de Washington no es solo la cantidad ni la duración, sino el contraste con su imagen pública. Durante esos mismos años, el actor protagonizó películas clave, ganó premios, fue nominado al Oscar y se consolidó como uno de los intérpretes más respetados de su generación.
Desde fuera, parecía el ejemplo de control, elegancia y profesionalismo. No había escándalos, ni arrestos, ni titulares que acabaran con su reputación. Washington funcionaba muy bien con el vino. Y eso es lo que hace su historia tan inquietante: demuestra que el daño no siempre es visible, ni inmediato.
El momento de parar
Denzel Washington decidió dejar el alcohol en sus sesentas, cuando comenzó a replantearse su salud, su futuro y el tipo de vida que quería llevar. No hubo un escándalo público que lo obligara. Fue una decisión interna, silenciosa y firme.
Hoy habla del tema sin dramatizar, pero tampoco minimizando lo que ocurrió. Reconoce que durante años normalizó algo que no lo era. Que el éxito y la estabilidad profesional pueden convertirse en una cortina perfecta para justificar hábitos dañinos.