Si buscas la mejor persecución de la historia, pon esta película post-apocalíptica, para recibir una inyección de adrenalina pura
Desde 'El arca rusa' de Aleksander Sokurov hasta 'Museo' de Alonso Ruizpalacios, me encantan las películas que se desarrollan al interior de los museos. Como historiador del arte, me interesa explorar los vínculos que existen entre la pintura y el cine como medios de expresión visual.

Dos horas de acción práctica, persecuciones legendarias y un viaje visual que redefine el cine post-apocalíptico. Si buscas la mejor persecución de la historia, esta película es tu próxima parada.

En el universo de Mad Max: Furia en el camino, el mundo ha caído y la humanidad se ha fracturado de formas irreparables. La ley no existe y la violencia se ha convertido en la norma en un desierto abrasador donde los fanáticos gobiernan y los desesperados se aferran a los últimos recursos que quedan. George Miller, quien ya había explorado esta devastación en las entregas anteriores de la saga Mad Max, expande aquí el Wasteland hasta convertirlo en un reflejo distorsionado de nuestra propia decadencia.

El imperio de Immortan Joe y la rebelión que lo desafía

Estamos ante un paisaje gobernado por la guerra, la hambruna y el culto a la fuerza bruta. En este escenario surge Immortan Joe, un tirano que controla el agua y domina a las masas mediante mitos, brutalidad y una maquinaria bélica que eleva el caos a un plano casi religioso. Immortan Joe reina desde la Ciudadela, un bastión construido sobre la explotación, la opresión y la fe ciega de sus seguidores. Sus War Boys, hombres enfermos y fanáticos, viven para morir en su nombre, alimentados por transfusiones constantes de “bolsas de sangre” y por la promesa de una entrada gloriosa a Valhalla.

Pero la figura que amenaza este orden no es un guerrero, sino Imperator Furiosa (Charlize Theron), una conductora del gigantesco War Rig que decide desafiar el sistema robando aquello que Joe considera más valioso: sus cinco esposas. La persecución que desata esta desobediencia es la esencia del filme: una cacería salvaje donde Max (Tom Hardy), convertido en prisionero y luego aliado a regañadientes, queda atrapado en medio de una rebelión desesperada.

Una persecución que nunca suelta el acelerador

Furia en el camino es, esencialmente, una película en constante movimiento. Una vez que el War Rig se aleja de la Ciudadela, la narrativa se convierte en una cadena impecable de secuencias de acción que no permiten al espectador recuperar el aliento. La película avanza como un motor a máxima velocidad: los ataques de los Buzzards, la tormenta de arena más espectacular del siglo, los enfrentamientos en el cañón y el inquietante paso nocturno por el pantano.

Parte del impacto del filme proviene de su compromiso con las acrobacias prácticas. En una época dominada por pantallas verdes, Miller apuesta por más de 300 especialistas y maniobras reales, apoyando el CGI solo para pulir detalles y eliminar cables. La película recupera la crudeza artesanal de los primeros filmes, donde los vehículos eran monstruos de metal y cada explosión tenía peso, textura y riesgo real.

Más allá del frenesí, Furia en el camino funciona como una alegoría del mundo moderno: la escasez de agua, la dependencia del combustible, las jerarquías corruptas y el culto a la violencia operan como reflejos extremos de problemas que ya existen. Miller no señala directamente a crisis contemporáneas, pero construye un universo donde el progreso es un espejismo, el consumismo se vuelve dogma y la violencia se convierte en moneda de cambio.

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