Cuando Lucy se estrenó en 2014, pocos imaginaron que se convertiría en un fenómeno global. Dirigida por Luc Besson y protagonizada por Scarlett Johansson, esta cinta de ciencia ficción no solo desafió las expectativas comerciales, sino que también generó un intenso debate por su audaz enfoque temático y visual. Hoy, más de una década después, Lucy vuelve a acaparar la atención al integrarse al catálogo de Netflix, sorprendiendo a críticos y espectadores por igual.
La cinta relata la historia de Lucy Miller, una estudiante estadounidense atrapada en una red de narcotráfico en Taiwán, quien adquiere superpoderes tras una sobredosis accidental de una droga experimental. Lo que comienza como una historia de venganza se transforma en una meditación filosófica sobre el conocimiento, la evolución humana y el límite de la conciencia. Johansson, a quien próximamente veremos en Jurassic World: Renace, ofrece una interpretación que combina intensidad física con una creciente distancia emocional, al encarnar a un ser que gradualmente se aleja de su humanidad.
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Filosofía, ciencia y superpoderes: el cóctel explosivo de ‘Lucy’
El guion, escrito por el propio Besson, se apoya en el desacreditado mito de que los humanos solo usamos el 10% de nuestro cerebro, para construir una premisa que mezcla acción, ciencia especulativa y una reflexión casi mística sobre la existencia. Si bien muchos críticos tacharon a la película de absurda, otros elogiaron su osadía visual y narrativa. Johansson, en un papel que combina vulnerabilidad con una fuerza imparable, logra sostener la película incluso cuando el argumento roza lo ridículo.
A nivel comercial, Lucy fue un éxito rotundo: con un presupuesto de 40 millones de dólares, recaudó más de 450 millones en todo el mundo, superando a varias franquicias establecidas ese mismo año. El cineasta francés no había tenido un éxito de tal magnitud desde El quinto elemento, y aunque su reputación personal se ha visto empañada por acusaciones posteriores, Lucy demostró que aún podía conectar con una audiencia masiva.
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El impacto de Lucy también se entiende en el contexto de la carrera de Johansson. Por entonces ya era reconocida por su papel como Natasha Romanoff en el universo Marvel, pero también venía de protagonizar Under the Skin, una película de ciencia ficción mucho más introspectiva y perturbadora. Ambas cintas, curiosamente lanzadas con pocos meses de diferencia, reflejan la manera en que Johansson ha explorado y subvertido su propia imagen como símbolo sexual y figura de poder en el cine contemporáneo.
En retrospectiva, Lucy puede ser vista como una obra transgresora: una historia de empoderamiento femenino que no teme abrazar el exceso y la metáfora. La protagonista, una mujer explotada y convertida en mercancía, se rebela no solo contra sus captores, sino contra los límites de la condición humana. En una industria donde las historias de mujeres poderosas suelen estar mediadas por fórmulas previsibles, Lucy se atreve a ser rara, ambiciosa y decididamente impredecible.
