La ciencia ficción siempre ha jugado con la imaginación de los espectadores. Siempre les ha llevado de paseo a planetas imposibles, les ha puesto frente a robots que piensan mejor que cualquier humano y les nos ha hecho creer que un viaje en el tiempo puede arreglar o empeorar la vida. Ahí están los viajes intergalácticos de Star Wars, los enredos temporales de Volver al futuro, o esos experimentos con virus creados por el hombre que acaban convirtiendo a primates en los dueños absolutos del mundo como en la franquicia de El planeta de los simios.
Pero entre tantas historias alocadas, hay una película que, según un grupo de científicos, está en otro nivel. No se trata sólo de que sea entretenida o visualmente espectacular, sino que, en palabras de los expertos, "se adelantó muchísimo a su tiempo". No estamos hablando de naves que saltan al hiperespacio ni de autos que vuelan usando basura como combustible. La razón de que les encantó a los expertos en ciencia es que imaginó un futuro que, décadas después, se parece sospechosamente al nuestro.
La cinta en cuestión es nada menos que Blade Runner, que se estrenó en 1982. La obra maestra de Ridley Scott con Harrison Ford de protagonista, basada en la novela de Philip K. Dick, se adelantó más de 40 años a lo que se vive en la actualidad. Si bien en su momento dividió a la crítica por lo extraña que era, con los años, Blade Runner se convirtió en un referente absoluto del género. Y según la perspectiva de un grupo de científicos encuestados por The Guardian, más que una película, parece una profecía audiovisual.
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De acuerdo con los investigadores, lo impresionante es que la película no solo mostró avances tecnológicos, sino que anticipó dilemas éticos que hoy son el centro de discusión en foros y redes sociales: ¿qué significa ser humano? ¿Qué pasa cuando una máquina puede pensar y sentir? ¿Hasta dónde vamos a llegar con la ingeniería genética? Preguntas que en 1982 parecían filosofía de ficción y que ahora están en la mesa de científicos y legisladores, aunque antes eran exclusivas de los guionistas de Hollywood.
Uno de los aspectos que más ha sorprendido a los expertos es la forma en la que Blade Runner imaginó la convivencia entre humanos y "replicantes", esas copias casi perfectas creadas para trabajar en condiciones extremas. En la trama, la frontera entre lo orgánico y lo artificial es tan delgada que la misión del protagonista, Rick Deckard, es identificarlos y retirarlos antes de que se mezclen demasiado.
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Para los científicos que analizaron la película, este elemento refleja con precisión los debates actuales sobre robots con apariencia humana, clones y la ética de modificar seres vivos. No es sólo que lo mostrara, sino que lo hizo con una atmósfera oscura, lluviosa y caótica que recuerda a las grandes metrópolis actuales, saturadas de anuncios, desigualdad y tecnología invasiva.
Hoy, más de cuatro décadas después, con drones sobrevolando ciudades, anuncios interactivos, sistemas de reconocimiento facial y debates sobre si un algoritmo puede tener prejuicios, todo eso, de alguna forma, ya estaba en la pantalla en 1982. Para los científicos que la analizaron, esto no es casualidad: la cinta logró captar tendencias tecnológicas y sociales que estaban apenas germinando y las proyectó hacia el futuro que es hoy.