Cuando pensamos en cine de fantasía épica, casi siempre llegan a la mente los mismos nombres. La trilogía de El Señor de los Anillos de Peter Jackson, con sus batallas enormes y un Frodo cargando el peso del mundo. Conan el Bárbaro, con Arnold Schwarzenegger repartiendo espadazos y miradas intensas. O incluso La historia sin fin, que marcó la infancia de miles con un dragón adorable y paisajes que parecían sacados de un sueño.
Pero los años 80, esa década donde todo era más extravagante y atrevido, nos regaló otra joya que, aunque no tiene el mismo nivel de fama, merece un lugar en lo más destacado de la fantasía heroica. Esta cinta mezcló magia, aventuras imposibles, animales que parecían sacados de otro plano y un héroe que, aunque no tenía el mismo físico de Schwarzenegger, se robó la pantalla con su carisma.
Una mezcla de espada, fantasía y animales
Estamos hablando de El señor de las bestias, una película que se estrenó en 1982 y que, con el tiempo, se convirtió en un auténtico clásico de culto. El protagonista era Dar, un guerrero con una habilidad muy peculiar: puede comunicarse telepáticamente con los animales. Nada de varitas mágicas ni hechizos complicados, su poder está en el vínculo que tiene con las criaturas que lo rodean.
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La historia arranca con Dar sobreviviendo a la destrucción de su aldea por parte de un sacerdote malvado que quiere dominarlo todo. Desde ese momento, el protagonista inicia un viaje lleno de peligros, traiciones y peleas que involucran tanto a humanos como a criaturas fantásticas. Lo que podría sonar como una trama típica de espadas y aventuras se convierte en algo especial gracias a la creatividad de sus escenas que se nota en cada detalle.
Un héroe distinto a lo habitual
En lugar del musculoso bárbaro al estilo Conan, Dar (interpretado por Marc Singer) es un guerrero ágil, con un aire más cercano al de un explorador que al de un tanque humano. Esa diferencia lo hizo más interesante: no era el tipo que ganaba sólo por fuerza bruta, sino alguien que sabía usar su conexión con la naturaleza como una ventaja estratégica.
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Y claro, parte de la magia de la película estuvo en cómo integró a los animales en la historia. Lejos de ser simples mascotas, se convierten en aliados indispensables. Esa combinación entre aventura y animal con esteroides fue una de las razones por las que El señor de las bestias sigue siendo recordada con cariño.
Del cine al culto televisivo
Aunque en su estreno la cinta no arrasó en taquilla, poco a poco fue ganando seguidores gracias a las repeticiones en televisión por cable. Durante los 90, era de esas películas que siempre encontrabas un domingo por la tarde en algún canal y que, aunque ya la habías visto, no podías evitar quedarte hasta el final.
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Con el tiempo, se convirtió en un fenómeno de culto. No tuvo el presupuesto gigantesco de El Señor de los Anillos ni los músculos de Schwarzenegger, pero sí algo que la hacía entrañable. Hoy, El señor de las bestias es una cápsula del tiempo que nos transporta a una época donde el cine de fantasía era más experimental y atrevido.