Desde sus inicios en el Nuevo Cine Alemán, Wim Wenders ha sido un explorador de la soledad, el viaje y la mirada humana. Con obras fundamentales como Alicia en las ciudades, El amigo americano o París, Texas, el cineasta alemán construyó una filmografía que combina sensibilidad existencial y rigor visual. Su inclinación por los paisajes urbanos y los personajes errantes ha convertido sus películas en un diálogo constante entre el movimiento y la contemplación, entre la imagen y el alma.
A lo largo de su carrera, Wenders ha demostrado una profunda devoción por la fotografía, la música y las culturas que visita. En títulos como Las alas del deseo y Buena Vista Social Club, se percibe su deseo de capturar la esencia invisible de los lugares. Su fascinación por Japón, país que ha retratado en varios documentales, alcanza una expresión madura y serena en Días perfectos, filme que le valió a su protagonista el premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes y que hoy puede disfrutarse en Netflix.
The Match Factory
‘Días perfectos’ transforma la rutina diaria en poesía, y ya puedes verla en Netflix
En Días perfectos, Wenders regresa a uno de sus temas más queridos: la vida como viaje interior. La historia sigue a Hirayama, un hombre solitario que trabaja limpiando baños públicos en Tokio. Su existencia se repite día tras día con la precisión de un ritual: despierta temprano, dobla su ropa, toma café frío de una máquina expendedora, escucha cintas de Lou Reed o Van Morrison en su viejo reproductor y conduce su pequeña camioneta por las calles de la ciudad. Lo que podría parecer rutina se convierte, gracias a la mirada del director, en una celebración silenciosa del presente.
Koji Yakusho interpreta a Hirayama con una contención que roza lo espiritual. A través de su serenidad, el espectador descubre una vida interior rica, hecha de gestos mínimos y observaciones profundas. En lugar de grandes revelaciones, la película ofrece momentos de quietud: un rayo de sol atravesando un árbol, una sonrisa compartida, un silencio prolongado. Cada plano parece invitarnos a mirar con atención y a descubrir que la belleza se esconde en los detalles más humildes.
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Inspirado originalmente por un proyecto de documentales sobre baños públicos en Tokio, Wenders decidió transformar la idea en una ficción con alma documental. El resultado es una obra que honra la dignidad del trabajo cotidiano y que retrata a su protagonista como un artesano de la vida sencilla. Hirayama no busca el éxito ni la trascendencia: su felicidad radica en la armonía entre lo que hace y lo que siente, en la aceptación plena del presente.
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Wim Wenders y la serenidad de lo ordinario en ‘Días perfectos’
Visualmente, Días perfectos es un homenaje al Tokio contemporáneo. Con la fotografía de Franz Lustig, Wenders retrata la ciudad como un espacio limpio, ordenado y poético, donde cada línea arquitectónica y cada rayo de luz parecen cuidadosamente meditados. Las escenas en la carretera evocan sus primeros filmes, pero ahora el movimiento no implica huida, sino permanencia; no búsqueda, sino contemplación.
Uno de los aspectos más cautivadores del filme es su tratamiento del sonido y la música. Las canciones que Hirayama escucha (desde Lou Reed hasta Nina Simone) funcionan como pequeñas ventanas a su pasado y a su sensibilidad. En el plano final, mientras suena "Feeling Good", el personaje sonríe ante el amanecer, y esa expresión resume todo el sentido de la película: la libertad que nace cuando se aprende a mirar el mundo con gratitud.