Durante los años 90, el cine de ciencia ficción experimentó con todo tipo de fórmulas: desde los futuros apocalípticos de Gattaca hasta los mundos virtuales de Matrix. Pero hubo una película que, sin hacer tanto ruido, logró crear algo único: una historia que te deja con el corazón en la garganta y la sensación de haber mirado dentro del abismo.
Con una atmósfera que recuerda el terror psicológico de El resplandor y con la claustrofobia y el horror cósmico de Alien: el octavo pasajero, en 1998 llegó Horizonte final. Como muchas cintas que hoy se consideran joyas de culto, en su momento fue un rotundo fracaso: apenas atrajo a 185 mil espectadores y recaudó 26 millones de dólares, frente a un presupuesto de 60. Sin embargo, con el paso de los años, esta cinta de Paul W. S. Anderson, quien más tarde dirigiría Resident Evil, se ha convertido en su mejor trabajo.
Una nave, un experimento… y el infierno
La trama comienza cuando la nave Lewis and Clark recibe una misión urgente: investigar la reaparición de una nave experimental llamada Event Horizon, desaparecida misteriosamente siete años antes. A bordo del equipo viaja el Dr. William Weir (interpretado por Sam Neill), creador de la nave y del sistema que permite viajar más rápido que la luz.
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Cuando llegan al punto del espacio donde Event Horizon fue encontrada flotando, el equipo descubre que algo, o alguien, regresó con ella. Lo que debía ser una misión de rescate se convierte rápidamente en una pesadilla. La nave parece estar viva, y los miembros de la tripulación comienzan a experimentar visiones que mezclan sus miedos más profundos con realidades imposibles.
Terror psicológico en clave espacial
A diferencia de Alien, donde el enemigo es físico, Horizonte final apuesta por un terror psicológico mucho más perturbador. Cada miembro de la tripulación enfrenta visiones personales de culpa y pérdida, como si la nave les mostrara su propio infierno. Sam Neill brilla en este aspecto: su personaje pasa de la curiosidad científica a la locura total, en una transformación que recuerda al Jack Torrance de El resplandor.
La película explora temas de culpa, redención y el precio de la obsesión. El Event Horizon no es solo un vehículo espacial: es un espejo que refleja los miedos más profundos de quienes lo habitan. Y esa mezcla de ciencia ficción con horror metafísico es lo que la convierte en algo único, incluso dentro de su género.
De fracaso a culto absoluto
Cuando se estrenó, la crítica la destrozó. Muchos la consideraron "demasiado grotesca" o "demasiado oscura" para un público acostumbrado al terror más convencional. Pero con el tiempo, Horizonte final comenzó a ser revalorada. Su estilo visual gótico, industrial y casi religioso influenció a toda una generación de creadores.
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Hoy, 25 años después, es vista como una pieza adelantada a su tiempo. Su tono nihilista, sus imágenes impactantes y su ritmo implacable encajan mucho más con la sensibilidad del terror contemporáneo. Y aunque Paul W. S. Anderson se volvió famoso por la acción exagerada de Resident Evil, nunca volvió a alcanzar el equilibrio entre horror y ciencia ficción que logró aquí.