Para ser extra en este clásico de Hollywood solo había una regla: tener barba
Sergio Negrete
Sergio Negrete
-Redactor
Mi infancia estuvo repleta de películas de Disney en VHS. Bien podría ser un personaje de 'El diario de Bridget Jones', 'Fleabag' o 'Parks and Recreation'

Hoy, más de seis décadas después, este clásico sigue siendo sinónimo de cine épico en su máxima expresión. No sólo por su historia de redención, venganza y fe, sino también por su impacto técnico y visual.

Antes de que Ridley Scott nos hiciera gritar con todo el drama y la pasión de Gladiador, ya existía una película que décadas atrás había llevado el cine épico a otro nivel: Ben-Hur. Estrenada en 1959 y protagonizada por Charlton Heston, esta producción se convirtió en un fenómeno de proporciones inimaginables. Todo en ella era descomunal: los escenarios, las carreras, los vestuarios y, por supuesto, la cantidad de gente que participó en pantalla.

Y no es ninguna exageración. A pesar de haber tenido lugar hace más de 65 años, se requirieron más de 50 mil extras para rodar toda la película. Tan sólo pensar en coordinar a toda esa multitud sin walkie-talkies, drones, efectos digitales y toda la tecnología de hoy, es digno de un reconocimiento de la Academia. Con mucha logística, paciencia y una regla bastante curiosa que todos debían seguir, Ben-Hur logró hacer historia en el séptimo arte.

Una producción de locura (y récords)

Dirigida por William Wyler, Ben-Hur fue filmada en los estudios Cinecittà de Roma, un lugar que se transformó por completo para recrear Jerusalén y las arenas de combate. En aquel entonces, no existían los trucos visuales que hoy simplifican la vida a los cineastas. Todo era real, desde las construcciones gigantes hasta los caballos que corrían a toda velocidad en la mítica carrera de cuadrigas.

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De hecho, esa secuencia se convirtió en una de las más icónicas de la historia del cine ya que se necesitaron 15 mil extras, quienes estuvieron bajo el sol, con trajes de época, rodeadas de polvo, ruido y adrenalina. No había espacio para improvisaciones y cada toma requería una sincronía impresionante.

La única condición: tener barba

Para ser parte del monumental ejército de extras de Ben-Hur solo había una regla que nadie podía romper: tener barba. Ni la altua ni el físico, sólo vello facial. La razón era simple pero lógica: el filme está ambientado en la antigua Judea, durante la época del Imperio Romano. En ese contexto, la mayoría de los hombres llevaban barba y Wyler quería mantener la autenticidad.

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Lo curioso es que esta norma causó furor entre los aspirantes a extra. Muchos italianos que trabajaban cerca de los estudios comenzaron a dejarse crecer el vello facial con la esperanza de conseguir trabajo en la superproducción. Algunos incluso llegaron a hacer fila durante días, sólo para aparecer entre la multitud en una escena de fondo.

El legado de un clásico

Hoy, más de seis décadas después, Ben-Hur sigue siendo sinónimo de cine épico en su máxima expresión. No sólo por su historia de redención, venganza y fe, sino también por su impacto técnico y visual. Cada barba en pantalla contaba una historia: la de miles de personas que formaron parte de algo irrepetible.

Alternate Ending

Porque en un set donde todo era gigantesco, la barba se convirtió en el pasaporte al Hollywood dorado. Y aunque hoy los extras se crean con CGI y las multitudes se animan con computadora, hay algo mágico en recordar que en 1959 todo era diferente.

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