El cine iraní ha destacado en las últimas décadas por su capacidad de combinar una profunda sensibilidad social con un lenguaje cinematográfico sobrio y poético. Directores como Abbas Kiarostami, con Close-Up y El sabor de las cerezas, o Jafar Panahi, con Tres rostros y Taxi Teherán, han llevado a la pantalla historias que exploran las tensiones entre tradición y modernidad, la vida cotidiana y las desigualdades sociales. Este cine, reconocido internacionalmente, ha logrado trascender fronteras al presentar relatos universales desde una mirada íntima y humana.
Asghar Farhadi, uno de los exponentes contemporáneos más importantes del cine iraní, ha construido una filmografía que combina la precisión narrativa con un intenso realismo emocional. Sus historias giran alrededor de decisiones difíciles, secretos revelados y conflictos que no tienen soluciones sencillas, generando un cine que impacta tanto por su realismo como por su carga emocional. La separación, su obra más reconocida internacionalmente, consolidó su reputación al ganar el Oscar a la Mejor Película Extranjera, demostrando que su enfoque sobre las relaciones humanas y los dilemas éticos tiene resonancia universal.
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‘La separación’: la obra maestra iraní que te hará cuestionar la verdad y la justicia familiar
La separación, disponible en Prime Video, se centra en Nader (Peyman Moaadi) y Simin (Leila Hatami), un matrimonio de clase media en Teherán que enfrenta una decisión crucial. Simin quiere abandonar Irán para ofrecer a su hija, Termeh (Sarina Farhadi), un futuro con más libertad; Nader, en cambio, se niega a marcharse porque debe cuidar a su padre enfermo de Alzheimer. El desacuerdo llega a los tribunales, y cuando la solicitud de divorcio de Simin es rechazada, la separación se convierte en una herida abierta que marcará a todos.
Farhadi, con su habitual maestría narrativa, transforma este punto de partida en una radiografía emocional de la sociedad iraní contemporánea. Su cámara nunca juzga, solo observa con paciencia cómo la verdad se fragmenta entre lo dicho y lo callado, entre la justicia y la fe. La película rehúye el melodrama fácil, pero consigue un retrato profundamente humano en el que cada personaje actúa desde la necesidad, el miedo o la convicción, aunque las consecuencias sean devastadoras.
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El final que rompe corazones: la maestría emocional de Asghar Farhadi
Cuando Nader contrata a Razieh (Sareh Bayat), una mujer profundamente religiosa, para cuidar de su padre, la tensión entre las clases sociales y las creencias se vuelve el nuevo centro del conflicto. Un incidente, aparentemente menor, desata una cadena de malentendidos y recriminaciones que llevarán a los personajes a un segundo juicio, mucho más grave que el inicial. En ese cruce entre la verdad y la mentira, Farhadi expone la imposibilidad de un veredicto justo en un mundo donde la moral, la religión y la supervivencia se confunden.
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Lejos de proponer héroes o villanos, La separación muestra a personas atrapadas en su propia complejidad. Nader, Simin y Razieh son figuras honestas, pero imperfectas; actúan desde el amor, la fe o la desesperación, y sus decisiones, por más justificadas que parezcan, conducen al abismo. Es precisamente esa humanidad contradictoria la que vuelve la película agotadora en el mejor sentido: un espejo doloroso que obliga al espectador a cuestionar su propio sentido de la verdad.
Visualmente sobria y emocionalmente intensa, la cinta confirma a Farhadi como uno de los grandes narradores del siglo XXI. Su estilo recuerda al de Krzysztof Kieślowski y su Decálogo, donde lo cotidiano se transforma en una reflexión sobre los límites éticos y espirituales del ser humano. En La separación, cada gesto, cada silencio, cada mirada entre padre e hija o entre las dos niñas que observan en silencio el conflicto adulto, revela más que cualquier palabra.