Hubo una época, entre finales de los 2000 y principios de los 2010, en la que el mundo entero estaba dividido entre el vampiro de Robert Pattinson y el lobo de Taylor Lautner. En ese entonces, Stephenie Meyer logró lo impensable con Crepúsculo: convertir una historia de amor entre una chica humana y un vampiro centenario en un fenómeno literario y cinematográfico que marcó a toda una generación.
Las películas convirtieron a Pattinson, Kristen Stewart y Taylor Lautner en estrellas globales, inspiraron legiones de fans y reavivaron la fiebre por las historias de vampiros. Pero mientras el triángulo amoroso se llevaba todos los reflectores, había un personaje que silenciosamente se robaba cada escena sin necesidad de brillar bajo el sol.
La vampira que iluminaba el lado oscuro de Forks
Interpretada por la carismática Ashley Greene, Alice es, sin exagerar, el corazón de la familia Cullen. No tiene el tormento existencial de Edward ni la intensidad física de Emmett. Tampoco busca el poder como los Vulturi ni se deja consumir por la culpa. Alice es pura energía, intuición y empatía.
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Su poder para ver el futuro no es sólo una herramienta narrativa: es una ventana al alma de Crepúsculo. Mientras todos pelean por sobrevivir o controlar su sed, ella elige la esperanza, cree en el amor, en los finales felices y en el cambio. Y en un universo plagado de sombras, ella representa la posibilidad de la luz.
Una historia que pedía ser contada
Alice no siempre fue Alice. Antes de ser adoptada por los Cullen, su vida humana fue trágica y misteriosa. Nació a principios del siglo XX con el nombre de Mary Alice Brandon, y desde niña fue diferente: sufría visiones, lo que llevó a que su propia familia la internara en un hospital psiquiátrico.
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Allí fue donde un vampiro la transformó, no por deseo ni por venganza, sino para salvarle la vida. Su historia ya tiene todos los ingredientes de un spin-off perfecto: dolor, redención, un don incomprendido y una transformación que cambia su destino.
Imagina una película que mostrara su transición del encierro a la libertad, su despertar como vampira y el momento en que encuentra a Jasper, el amor de su vida y su compañero eterno. Entre la oscuridad gótica y la esperanza romántica, Alice podría protagonizar una de las películas más emotivas del universo de Crepúsculo.
Jasper y Alice: la historia que nunca se exploró a fondo
En las películas, su relación se mostró, pero los fans saben que hay más como una las tramas más profundas de la saga. Jasper, un exsoldado confederado convertido en vampiro durante la guerra, cargaba con el trauma de la violencia y la manipulación.
Alice lo encuentra, literalmente, perdido en la oscuridad y lo guía hacia la calma. Su amor no nace de la pasión desbordada, sino de la empatía y el entendimiento. Es una historia de segundas oportunidades, del tipo que merecería un largometraje propio. Porque si Edward y Bella representan el amor imposible, Alice y Jasper son el amor que cura.
¿Por qué sería una gran idea un spin-off de Alice? La vampira es divertida sin ser superficial, misteriosa sin ser fría y poderosa sin necesidad de ser violenta. Ella veía el futuro, pero siempre elegía el presente. Y en en un universo de inmortales torturados, ella fue la chispa de humanidad que nos recordó que incluso los vampiros pueden soñar.
