En 1998, Steven Spielberg estrenó Salvando al soldado Ryan, una película que redefinió el género bélico. Sus primeros veinte minutos, la recreación del desembarco de Normandía, siguen siendo una de las secuencias más impactantes de la historia del cine.
Cruda, visceral y técnicamente perfecta, la cinta no solo ganó cinco premios Oscar, sino que marcó un antes y un después en la forma de mostrar la guerra: sin heroísmo artificial, sin música triunfal, solo el caos absoluto del campo de batalla. Spielberg logró que el público sintiera cada explosión, cada grito y cada pérdida.
Y aunque parecía imposible que otra película del mismo año pudiera competir con semejante monstruo cinematográfico, hubo una que lo intentó. Una que fracasó en taquilla, fue eclipsada por su "hermana mayor", pero que con el paso del tiempo se convirtió en una joya espiritual, poética y profundamente humana.
La guerra desde el alma, no desde la sangre
Hablamos de La delgada línea roja, dirigida por Terrence Malick, una de las voces más singulares y contemplativas del cine moderno. Estrenada apenas unos meses después de la cinta de Spielberg, su visión no buscaba el realismo brutal ni la acción trepidante. Malick quiso explorar otra guerra: la interna, la que ocurre dentro de cada soldado.
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Basada en la novela de James Jones, La delgada línea roja retrata la batalla de Guadalcanal, en el Pacífico, durante la Segunda Guerra Mundial. Pero más que una narración de estrategia o heroísmo, la película se convierte en una meditación sobre la existencia, la naturaleza y la pérdida de la inocencia.
Un elenco estelar, una visión distinta
El reparto era impresionante: Sean Penn, Jim Caviezel, Adrien Brody, Nick Nolte, George Clooney y Woody Harrelson, entre muchos otros. El centro de la historia es la voz interior de los soldados, que reflexionan sobre la vida, el miedo y la futilidad del conflicto mientras el mundo a su alrededor se desmorona.
Mientras Salvando al soldado Ryan arrasaba en cines y premios, La delgada línea roja dividía al público. Algunos la consideraron demasiado lenta o filosófica, mientras que otros supieron que era una obra maestra adelantada a su tiempo.
Guioteca
Fue nominada a siete premios Oscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Dirección, pero no ganó ninguno. ¿La razón? El público no estaba listo para una cinta de guerra que no buscaba adrenalina, sino introspección.
Sin embargo, con el paso de los años, su legado creció. Directores como Christopher Nolan, Denis Villeneuve y Terrence Davies la han citado como una influencia esencial, no por su acción, sino por su manera de capturar el espíritu humano en medio del horror.
Hoy, más de 25 años después, La delgada línea roja es considerada una obra de culto, una de las películas más hermosas y profundas sobre el conflicto bélico jamás filmadas. No necesitó ganar premios para trascender, sino que el tiempo se encargó de darle el reconocimiento que el público le negó en su momento.