Al Pacino es una de las figuras más influyentes de la historia del cine estadounidense, y su carrera ha estado marcada por interpretaciones intensas y personajes complejos desde la década de 1970. Por lo tanto, no nos extraña que el actor que se consolidó como un referente del llamado Nuevo Hollywood, siga destacando por un estilo actoral visceral que transformó la forma de representar el conflicto interno y la fragilidad masculina en pantalla.
Su consagración llegó con películas como El Padrino, Serpico y El Padrino II, cuyos personajes definieron una estilo y lo posicionaron como uno de los actores más respetados de su generación. Con ello Pacino se distinguió por elegir proyectos con una fuerte carga psicológica y social, alejándose de arquetipos heroicos tradicionales y apostando por personajes moralmente ambiguos pero sumamente encantadores.
Una historia real que mantuvo el auge de Al Pacino
Warner Bros. Pictures
Y así es como para 1975, el actor protagonizó Tarde de perros, dirigida por Sidney Lumet, como una de las películas más emblemáticas de la filmografía de Pacino. El filme está inspirado en un hecho real ocurrido en Brooklyn en 1972 y se centra en un fallido asalto bancario que rápidamente se convierte en un espectáculo mediático y en una crisis policial de gran escala.
Pacino interpreta a Sonny Wortzik, un hombre desesperado cuya torpeza criminal contrasta con su carisma y vulnerabilidad. A lo largo de la película, el personaje evoluciona de ladrón improvisado a figura pública, mientras se revelan sus motivaciones personales, ligadas a temas como la identidad, la presión social y el dolor.
Una intensa crítica social en un clásico del cine
Warner Bros. Pictures
Por otra parte, uno de los mayores logros de Dog Day Afternoon es el clima social que logra al mostrarnos la realidad de los años setenta en Estados Unidos, que estuvieron marcados por una profunda desconfianza hacia las instituciones, mientras que el auge de los medios de comunicación como agentes de construcción narrativa cambió para siempre la forma en que entendíamos la realidad. Además, la puesta en escena casi en tiempo real y el uso mínimo de música refuerzan la sensación de tensión constante que suele presentarse en la vida más de lo que desearíamos.
Con el paso del tiempo, Tarde de perros también se consolidó como una obra clave del cine político y urbano, así como una de las interpretaciones más memorables de Al Pacino, ya que no solo reafirma su talento actoral, sino que permanece vigente por su mirada crítica sobre el poder, la exposición mediática y la desesperación individual en contextos de crisis.