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    Bright: Crítica del debut de Will Smith en una original de Netflix

    Una cinta en que la fantasía deja de serlo cuando la policía entra en los peores barrios de Los Ángeles. ¿Es suficiente para que el actor retome el camino del éxito?

    Bright es una cruza entre Harry Potter y cualquier thriller policíaco del cine o la televisión gringa que tenga por protagonistas a un par de policías que se pasan el día trepados en una patrulla. Sin duda la temática criminal es la especialidad del ganador del Oscar por el guion de Día de entrenamiento, David Ayer, quien sentado en la silla del director desde hace siete largometrajes –incluida Escuadrón Suicida–, ha hecho de su especialidad el bajo mundo de Los Ángeles. En esta ocasión, ha querido aderezarlo con un poco de magia presentándonos un universo paralelo en el que los seres humanos comparten desde siempre el mundo con orcos, elfos y hadas (que son una especie de plaga voladora), y que sirven como metáfora para mostrar la eterna división entre negros, blancos, amarillos y cafés; lugares comunes y estereotipos incluidos.

    En el mundo planteado por el guion de Max Landis, los orcos son la especie pobre y marginada, los elfos son los ricos, famosos y sofisticados, y los humanos la clase media (aunque negros y cafés andan apenas arribita de los orcos). En este Los Ángeles paralelo, Daryl Ward (Will Smith) es un patrullero al que apenas le alcanza para vivir, que está a punto de regresar al trabajo después de haber sido herido en acción. Su compañero es Nicky Jacoby (Joel Edgerton), el primer orco convertido en policía, del que todo el mundo desconfía nadas más por ser quien es.

    Ward y Jacoby atienden el llamado de un disturbio y cuando llegan encuentran una escena de asesinatos macabros en los que obviamente estuvo involucrada la magia. Ahí encuentran a Tikka (Lucy Fry), una elfa atípica que está muy asustada, no habla inglés y que está en posesión de una varita mágica: el objeto más codiciado del mundo por ser capaz de convertir cualquier deseo en realidad, pero también uno de los más peligrosos por su poder y porque sólo cierto tipo de personas, los Bright, pueden tocarlas sin explotar y convertirse en polvo. 

    A partir de aquí la cinta comienza a hacerse bolas intentando darle atención a las subtramas que completan la historia en medio de incontables escenas de acción, explosiones y balazos, que no nos dan descanso hasta 15 minutos antes de los créditos finales. Así, medio alcanzamos a entender que Tikka es una Bright que le quitó la varita a Leilah, una elfa malvada que quiere revivir al Señor Oscuro y quien, obviamente, los empieza a perseguir. Pronto se esparce la noticia y entonces bandas de cholos, pandillas de orcos, gangsters y hasta la unidad de asuntos mágicos federal, se unen a la cacería, todos con el objetivo de hacerse de la varita mágica. Además hay una profecía, que parece que involucra a los policías y a la elfa.

    Pero Bright se queda corta en todos sus planteamientos o la historia le queda larga a sus 117 minutos de duración, y desde ahí falla en desarrollar todo el potencial de la idea que la dotaba de originalidad, además de dejar en el aire muchas interrogantes. Es una pena porque sin duda Will Smith nació para interpretar chicos rudos pero simpáticos y Joel Edgerton interpreta a un orco entrañable. De hecho es posible que esta pareja sea la que salva la cinta que ha sido bien recibida por su audiencia. Hubiera funcionado mejor como mini-serie de seis episodios... o quizá en este momento alguien ya esté trabajando en el guion de la secuela.

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