O podemos usar el consejo del papá luchón número uno. Y es que en los 80 eramos más inocentes, definitivamente. César Costa pide un traje de Santa para poder sorprender a sus hijos en Navidad (primer error, Don César era un palito). Después llega Cesarín, su hijo, para pedirle dinero para comprar un regalo. El patriarca responde que cada quien da lo que puede dar, que así lo debe valorar el recipiente de ese presente (obvio él no sabe que le están pidiendo 100 mil –nuevos pesos– para su propio regalo). Lección para el público: Regale afecto, no lo compre.
Desde una parodia de Hulk hasta las felicitaciones de un presidente ficticio, las época navideña también nos heredó momentos que vistos con la perspectiva del tiempo, son de genuina risa, pena ajena o total incorrección política.