Conocemos más de cinco personas en nuestro círculo social que aseguran no ver noticias o documentales, tampoco leen artículos o ensayos que toquen el tema de la violencia en México. "No me gustan, me ponen muy triste" es la razón más común. Entonces, ¿cómo hablarle a estas personas cegadas por voluntad propia? Marcela Arteaga puede que no tenga una estrategia trazada para llegar a estos grupos, pero vislumbra una opción: las historias profundas y personales cuya manera de presentar dista mucho de la frialdad e indiferencia con la que se aborda una nota dura en los noticiarios o periódicos.
Entiendo cómo se siente la gente y estoy de acuerdo con ellos, pero justamente por eso decidí hacer 'El guardián de la memoria'. También me encontré con gente que no quería hablar sobre el tema.
Gran parte del trabajo no pudo haberse hecho sin un personaje fundamental del documental: Carlos Spector, abogado de migración. Fue gracias a él que Marcela tuvo contacto con las víctimas que aparecen en El guardián de la memoria y confiesa que varios de ellos tenían dudas sobre dejarla documentar su lucha:
Primero había un poco de nerviosismo por la seguridad, estaban nerviosos porque no sabían quién lo iría a ver, pero eso se les quitó pronto porque tenían una necesidad de contar lo que les había pasado.
Ese miedo y necesidad no son gratuitas; la mayoría vive ahora en El Paso, Texas, a la espera de la aprobación de su asilo político. Por un lado, César Duarte, quien fuera gobernador de Chihuahua, los acusó de traidores, mientras que en Estados Unidos se les veía como criminales. Por cierto, como si todo fuera parte de un chiste o una paradoja de mal gusto, César Duarte solicitó asilo político al país vecino del norte alegando ser perseguido por el crimen organizado (autorizado) que, en buena medida, permitió él en su periodo como gobernador.
El guardián de la memoria ayuda a remover, con base en los testimonios de las víctimas, esa idea de que todos los que se atreven a cruzar hacia Estados Unidos van cazando el sueño americano. La cruel realidad es que la mayoría de ellos vive a unos metros de la frontera y lo único que quiere es regresar a la tierra que lo vio nacer.