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    Suspiria: El maligno
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Suspiria: El maligno

    Un 'remake' perturbador con derecho propio a trascender

    por Carlos Gómez Iniesta

    El salto de género que ha dado el italiano Luca Guadagnino fue tan cuestionado como aplaudido al presentarse en público en el pasado Festival de Venecia. Después del éxito que cosechó con la joya romántica Llámame por tu nombre, pocos anticiparon que el remake de Suspiria se ganaría un lugar por derecho propio al reinterpretar un clásico del horror. Vaya que lo consigue. 

    Esta Suspiria tiene la misma premisa que aquella estrenada hace más de 40 años: Susie Bannion es una bailarina que busca perfeccionar su arte en la prestigiosa academia de Helena Markos. Su estricto método ha provocado que algunas de sus estudiantes terminen en consulta con el Dr. Josef Klemper, quien intentará revertir los traumas provocados por aquella academia. Al principio incrédulo, el psicólogo tendrá que aceptar que lo que sucede en aquel lugar es sumamente obscuro. 

    El clásico de Dario Argento apareció en 1977 y, acertadamente, es esa misma época donde transcurre esta nueva versión. Para ser más específicos, se lleva a cabo en la Berlín dividida por el muro y en la paranoia provocada por los ataques de la banda Baader-Meinhof, quienes aterrorizaron a Europa con secuestros, asesinatos, explosiones y demás actos terroristas. Incluso el viejo edificio que funciona como escuela topa con el Muro que dividió a la capital alemana, lo que además de ser un gran símbolo, acrecenta el uso de la paleta de colores que recuerda la cinematografía de la Guerra Fría en Europa. Los muebles viejos, cortinas roidas, la nieve, los rostros apesadumbrados... Es un acertado contraste que le da a ésta cinta una identidad propia frente al colorido gallio. 

    El elenco compuesto mayoritariamente por actrices –sólo dos hombres tienen diálogos– tiene a una implacable  Tilda Swinton en el centro, quien definitivamente no está ahí sólo por los cinco largos que ha compartido con el cineasta. Tampoco únicamente por su particular rostro y figura. Swinton encarna un poder contenido, al acecho, casi mudo, que sólo con su estatura histriónica podría conseguirse. Y no conforme con ser la líder del culto, interpreta a otros dos personajes en los que, además, son opuestos en la lucha del poder. La actriz es luz y oscuridad, sabiduria e ignorancia, poder y debilidad al mismo tiempo. Debería de mantenerse como uno de los mejores secretos guardados de la producción (lástima que IMDB lo revele). Por su parte, la protagonistas Dakota Johnson, se muestra completamente decidida a quitarse a Anastasia Steele de Cincuenta sombras de Grey. Entrega una actuación intensa como una inocente y comprometida bailarina que al principio se siente fuera del círculo, pero ira encontrando su rol dentro de la compañía conforme pasa el tiempo. 

    Suspiria exige del espectador. No sólo por sus casi tres horas de duración. Si no por una narrativa compleja, con flashbacks, con varios personajes que podrían confundir en la vuelta de tuerca final. También hay que tener estómago para los baños de sangre y la violencia estilizada que, aún silente, es estremecedora. Baste mencionar aquella escena climática del salón de espejos, una de las más terroríficas que recuerde en años.

    Lo que se ve en pantalla a simple vista es apenas la punta del iceberg de una cinta mucho más profunda: la simbología, los ritos, el hermoso lenguaje de la danza advierten que Guadagino está mandando más mensajes de los que el público común podemos decodificar. Se intuye que están ahí, pero habrá que investigar para conocerlos a plenitud –como seguro lo hizo él y su coguionista David Kajganich (quien también está a cargo de la nueva versión de Cementerio de mascotas)–. Con ello quizá se podrá entender a su totalidad los diálogos, el orden de las suceciones, los sacrificios. los resplandores y los sueños. Confirmar que una reunión de mujeres que cruzan miradas no es un simple reunión. Ahí convergen temas como migración, rapto, terrorismo, los amish, los aquelarres, historia contemporanea y medieval, las trascendencia de la maldad... Incluso sus coreografías, que por el estilo ritualístico y su resultado recuerdan a otra de las joyas perturbadoras del 2018 Clímax de Gaspar Noé, dicen más de lo que dicen. Vaya, uno quisiera tener la extensa cultura para deglutir completamente los constantes mensajes que nos avientan en cara. Con ello quizá podríamos resolver mucho antes el misterio que envuelve a la cinta.  

    El proyecto de rehacer Suspiria estuvo rodando por años y en algún momento recaería sobre David Gordon Green quien lo dejó para hacer la nueva Halloween. Por algo pasan las cosas, pues develó en Luca Guiadagnino ––fan confeso de Argento–– en unos de los cineastas contemporaneos más interesantes que lo mismo puede navegar entre el thriller, que en el romanco y, ahora, en el terror. Más allá de la publicidad que te puede dar la buena pista sonora a cargo de Thom Yorke de Radiohead y la experiencia visual que salta sobre todo en el último acto, el italiano es la cabeza de un sólido tributo a la cinta original –aparece Jessica Harper, protagonista de la original, hay encuadres más propios del cine de los 70, etc–. Al mismo tiempo de hacer honores, es una interesantísima propuesta que vuelve a insertar a las brujas entre las figuras mitológicas más intimidantes del cine.

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