Se filmo en locaciones de los Estudios Churubusco y en San Jerónimo, en la Ciudad de México, entre septiembre y octubre de 2015.
Demian Bichir acepto volver al cine mexicano por el reto que representaba la historia. En sus palabras: “el riesgo que significó plantear a dos personajes completamente estáticos, contar la historia de esa manera no sólo me parecía riesgosa, sino profundamente excitante, ante la posibilidad del vértigo de lanzarse al vacío sin garantía alguna.”