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    Sin dejar huellas
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Sin dejar huellas

    A un detective le gusta Celso Piña

    por Tamara Cuevas

    La fórmula del detective (o comandante) con tintes nihilistas, que desayuna, come y cena whisky, y que tiene serios problemas con las mujeres la hemos visto ya en distintas películas y novelas literarias. Pero en Sin dejar huellas, el director Érick Zonca (Francia, 1956), eleva al cuadrado todas estas características en su protagonista, el comandante Francois Visconti (interpretado por Vincent Cassel), provocando que éste termine siendo un cliché pero... ¡qué excelente cliché es Cassel!

    Después de 10 años, Zonca regresa al cine con Sin dejar huellas, inspirada en la novela Fleuve Noir de Jean-Luc Pierre Ménard. El regreso del cineasta provocó mucha expectativa, en parte porque se le recuerda como uno de directores promesa de finales de los años 90, gracias a su largometraje debut, La vida soñada por los ángeles, un dramón que estuvo en la sección oficial del Festival de Cannes, en 1999, y que ganó el premio a Mejor película en los Premios César.

    El comandante Visconti, un padre fracasado y ebrio sin remedio, recibe a una madre angustiada en su despacho: su hijo no ha regresado de la escuela, por lo que sospecha de una desaparición o un secuestro. Visconti, para no abrir un expediente, la consuela y le explica que, probablemente, su adolescente travieso esté pasándolo genial con una chica. Cuando el joven de plano no regresa a casa, las posibles teorías que se discuten son varias, entre ellas una inserción a ISIS, tal vez como un recordatorio de Zonca sobre la paranoia en la que vive Francia luego de Charlie Hebdo, Bataclán y otros atentados.

    El segundo sospechoso, según Visconti, es su exprofesor de inglés, Yann Bellaile. El académico y wannabe escritor prolífico está demasiado interesado en la investigación, al grado de tomar notas en su pequeña libreta. Como es de esperarse, nadie cree en Visconti, pues, a final de cuentas, no es más que un ebrio que cuando se emborracha baila al son de "Cumbia sobre el río" de Celso Piña; ¿por qué habrían de confiar en él?

    La historia se desenvuelve poco a poco, llegando a rayar en la lentitud. Zonca nos envuelve en una maraña de posibles culpables desde el inicio y nos suelta, de a poco, pistas que terminarán en callejón sin salida. Aunque está claro que lo que intenta crear es una atmósfera de paranoia e incertidumbre, el cineasta deja varios cabos sueltos, lo que provoca que la cinta no cierre todos los caminos que abrió desde el principio y que parezca que ciertos aspectos del guion fueron mero relleno en una película a la que bien podrían quitarle 20 minutos.

    No obstante, el final de Sin dejar huellas vale la pena porque se sienten como una montaña rusa de vueltas de tuerca. Asimismo, la cinta triunfa gracias a Vincent Cassel envejecido y de mal aspecto, quien sostiene el fime en sus hombros, provocando que el espectador –o al menos en mí– quede atado, irremediablemente, a la película. Además, ¿quién no ama cuando un francés canta y baila con Celso Piña?

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