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    La libertad del diablo
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    La libertad del diablo

    Un documental que retrata el 'después' de la violencia

    por Claudia Llaca

    Hay gente que le huye a los documentales porque piensa que se va a aburrir porque sólo cuentan historias que a nadie le interesan. Hay otros que les temen, porque los sienten demasiado crudos o fuertes. Quizá entonces si les dijera que este es un documental donde no se le ve la cara a la gente y que además sólo consiste en largos testimoniales a cuadro, dónde lo único que ilustra al relato es tu propia imaginación, pero que no hace falta porque lo que retrata es una realidad espantosa, lo más seguro es que pocos querrían verlo. Pero nadie puede darse ese lujo, porque el cuadro que pinta La libertad del diablo, es de terror; y lo peor, es que sucede todos los días en nuestro país.

    En La libertad del diablo, Everardo González se centra en las historias de las víctimas y los victimarios que el crímen organizado ha ido dejando regados por el territorio nacional. Personajes anónimos, olvidados por una sociedad incapaz de recordar sus nombres después de tantos, después de muchos. Y el director nos hace reflexionar sobre este olvido dotando a cada uno de una máscara color piel, como las que utilizan las víctimas de quemaduras, que por un lado protege su identidad y por el otro, los despoja del miedo y les permite mostrarse en el plano de sus pensamientos y emociones.

    La visión de estos seres sin rasgos se vuelve inquietante, porque sólo reconocemos su humanidad a través de sus ojos y sus palabras. Y es suficiente, porque entonces realmente observamos la culpa en los ojos de un sicario que confiesa que sí le duele matar niños, reconocemos el miedo en la voz de una niña que narra cuando se llevaron a su madre y jamás la volvieron a ver, o la máscara empapada por las lágrimas de otra que no sabe dónde quedaron tres de sus hijos. Terror, es la única palabra que viene a la mente. Y por extraño que parezca, justo por eso hay que ver La libertad del diablo, porque es cierto: en México el diablo anda suelto y no podemos olvidarlo.

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