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    Amanda

    ¿Qué hacer cuando "Elvis ha dejado el edificio"?

    por Tamara Cuevas

    "Elvis has left de building", o en español "Elvis ha dejado el edificio", es una frase que se usó por primera vez en un concierto de Elvis Presley para indicarles a los fanáticos que el show había concluido, aquellos que esperaban que el ídolo apareciera de nuevo en el escenario partían tristes pero seguros de que el cantante ya no regresaría. Esa frase es la que Amanda (Isaure Multrier) aprendió de su madre Sandrine antes de perderla en un atentado en París.

    Estamos familiarizados con los atentados terroristas, no importa en qué parte del mundo tengan lugar, la tragedia llega a través de los televisores, las redes sociales, los periódicos y el internet. Pero con lo que no estamos familiarizados es con el proceso de recuperación de las víctimas indirectas, esas personas que han perdido un familiar, un amigo, al amor de su vida. Con Amanda, de Mikhaël Hers, echamos un pequeño vistazo al difícil y agridulce proceso que la pequeña y su tío David (Vincent Lacoste) deberán atravesar para encontrarle sentido a la vida de nuevo.

    David es un joven parisino de 24 años. Sin ninguna preocupación en la vida, David trabaja podando árboles para la Alcaldía, además de administrar varios edificios de la ciudad para un acaudalado hombre. Los únicos planes que parecen interesarle son la cita que ha pactado con Léna (Stacy Martin), una chica que ha rentado un apartamento frente al suyo, y los boletos de Wimbledon que Sandrine ha comprado para que los tres viajen a Londres. Sin embargo, la vida lo forzará a madurar y, sin mucha noción de cómo ser un padre, o al menos un buen tutor, David se hará cargo de su sobrina solo para comprender que no existe un manual prediseñado para ser un adulto, o para enseñarle a una niña de 7 años lo que es la muerte.

    En Amanda, Mikhaël Hers no se enfoca de manera visual en el atentado. No utiliza grandes, largas e impactantes secuencias a la hora del atentado; ni siquiera vemos a cuadro el momento en que éste se perpetra. Al contrario, David y el espectador llegan cuando todo a terminado: los cuerpos yacen en el suelo y los perros han dejado de ladrar para convertirse en la única compañía de sus dueños. Sabemos del atentado y es algo cuya presencia flota en el aire durante toda la película.

    Siendo esta una historia sobre la pérdida, sería fácil caer en melodrama que provoca lágrimas fáciles, pero Mikhaël Hers las evita (aunque parecería que esta característica es producto del miedo de hacer una sentencia clara y directa, y no del recato). Para hacer de la cinta algo memorable, Hers utiliza una excelente dirección de actores, creando un lazo casi palpable entre Vincent Lacoste e Isaure Multrier, del que el espectador es testigo gracias a los conflictos que se abren y resuelven de manera dulce –y también difícil– entre estos dos personajes. 

    Si bien la vida ya no será igual para David y Amanda, poco a poco se darán cuenta que nuevas experiencias llegan y que todos los días hasta en los más pequeños detalles se puede honrar a nuestros seres queridos. No es fácil lidiar con la muerte, por muy natural que ésta sea, y aunque la vida nos avise que Elvis ha dejado el edificio, David y Amanda nos seguirán recordando que no debes dejar de mirar hasta que el partido de Wimbledon termine.

     

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