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    El hoyo
    Críticas
    3,5
    Buena
    El hoyo

    Perturbadora, eficaz y metáfora de nuestros tiempos

    por Carlos Gómez Iniesta

    Vaya debút en los largometrajes el que ha tenido Galder Gaztelu-Urrutia gracias a El hoyo (también conocida como La plataforma) quien arrasó en el pasado Festival de Cine Fantástico de Sitges con su ópera prima llevándose varios premios, incluídos el de mejores efectos especiales y mejor director novel. Este thriller de ciencia-ficción, de paso, nos vuelve a recordar lo bien que abordan los españoles estos géneros sin necesidad de presupuestos millonarios pero con interesantísimos guiones, como aquel de Los cronocrímenes de Nacho Vigalondo. 

    La película es truculenta. Comienza con música de violín, un ejercito de personas preparando un tremendo banquete y una fotografía cálida. Nada más normal que ver a los cocineros entregar cuerpo y alma en los platillos que son preparados con disciplina militar. Pero no pasan ni cinco minutos de película para que todo cambie. En un extreme close up del ojo vemos a un hombre despertando en un frío cuarto de cemento mientras es observado fijamente por un viejo sentado en su cama. Al centro de la habitación está el hoyo al que no se le ve fin ni en la profundidad ni en las alturas. A través de éste descenderá una plataforma con las sobras del que, suponemos, fue el banquete que se preparó en el exterior y que ha servido para alimentar a los de los niveles superiores. Mientra baja, piso por piso, tendrán dos minutos para comer lo que puedan antes de que esta mesa continue su viaje hacia las profundidades. En cada uno de los niveles viven dos personas, y entre más abajo, menos comida habrá...

    El primer acierto de Gaztelu-Urrutia en esta puesta en escena es la habilidad para utilizar los pocos elementos que se presentan a cuadro: Junta comida y hambre y todo estará a punto de explotar. Por supuesto, también están sus dos personajes introductorios, los mencionados Goreng (Iván Massagué) y Trimagasi (Zorion Eguileor) quienes cumplen con creces dos reglas esenciales: definir las leyes de este mundo y mantener el interés del espectador a fuerza de actuaciones, diálogos y dilemas morales. Ambos tienen una relación giratoria de víctima y victimario, aprendíz y místico, que afectará hasta el final de la cinta. Es imposible no compartir disyuntivas cuando de métodos de supervivencia se trata. 

    La cinta recuerda a cintas clásicas del survival de los noventa como El experimientoEl cubo en donde el intento estadounidense Maze Runner no tiene credenciales para ser parte del club no sólo por su década de producción sino también por su falta de lenguaje directo y violencia gráfica. El hoyo, en cambio, entra por méritos propios. El bilbaino ha creado todo un mundo sin tener que mostranos mucho más allá de las cuatro paredes. Se sabe, se siente mucho más grande, pero parte de los aciertos en no querer revelarlo todo, lo que, en caso de haber una secuela, tendrá que tratarse con el mismo tono y tacto para no arruinar el halo de misterio que se ha conseguido con ésta. Para la anécdota, el guionista David Desola, cocreador de este mundo, ganó el premio Ariel de México en 2017 por la película Almacenados, también mostrando a dos encerrados en un dilema brechtiano.  

    Los porqués de la historia son muchos y no esperen respuesta fácil. Pero quizá lo que mejor sustenta, como toda buena ciencia-ficción, son aquellas preguntas fuera de ella que hacen reflejo de nuestra sociedad, aquellas relacionadas a la batalla de "los de arriba" contra "los de abajo", la xenofobía, la pobreza, la migración, el hambre, la empatía (habría comida para todos si así lo desearamos), a qué se aferra el ser humano para sentirse seguro. Y, sobre todo, ¿estamos dispuestos a pagar el precio por cambiarlo? El hoyo es un microcosmos dolorosamente actual. ¡Qué demonios pasa con la humanidad!

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