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    El mesías del caos

    por Miguel Martínez

    El fenómeno en el que se ha convertido Joker es sumamente curioso. Cuando en 2017 se anunció la producción de una película en solitario del archienemigo de Batman, podría resultar forzada su realización debido al complicado panorama que atravesaba el DCEU (DC Extended Universe). Poco a poco, las piezas tomaron su lugar: el DCEU desapareció, Warner Bros. apostó por cambiar el rumbo de sus producciones y así la nueva película del director Todd Phillips encontró un mejor entorno para su estreno. Sin embargo, ¿Phillips logra realmente redimir al personaje después de la fallida Suicide Squad?

    Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) es un comediante que se gana la vida en una pequeña compañía de entretenimiento donde se caracteriza como un payaso. Padece de una enfermedad mental en la que puede tener repentinamente ataques de risa sin poder controlarlos. Es un hombre introvertido, tímido e inseguro. A medida que su vida cae en un espiral de desgracia, la locura oculta en su interior se expandirá hasta crear a uno de los villanos más icónicos de la cultura pop.

    Mucho se ha dicho sobre las nulas referencias a los cómics que tiene el doceavo largometraje de Todd Phillips para desarrollar esta nueva versión de The Joker. El objetivo del cineasta fue darle un origen más apegado a la realidad -si es posible llamarlo así- al villano más emblemático de DC Cómics. El propio Phillips subrayó “No creemos que, si caes en un depósito de ácido, obtienes cara blanca y cabello verde”, clara referencia a The Killing Joke. Y es aquí donde su trabajo como escritor toma mayor relevancia.

    Mediante el personaje de Arthur, Phillips nos sumerge a un perturbador descenso en la locura de un hombre que sufre problemas emocionales, baja autoestima y depende de una institución para sobrellevarlos. Cuando dicha dependencia gubernamental termina su tratamiento, rompe con la endeble estabilidad de un ciudadano que queda frágil, expuesto y propenso a dimitir ante una sociedad hostil y violenta, lo cual lo lleva a una inevitable metamorfosis.

    Poco a poco, Fleck se convierte en un símbolo de donde cualquier ciudadano reprimido, humillado y abandonado puede explotar en cualquier momento cuando el contexto social y político está plagado de violencia e inconformidad ante las claras limitaciones y oportunidades. Joker se convierte así en un mesías del caos, un estandarte de las minorías, de los abandonados por su gobierno, de aquellos que gozan romper las reglas y ansían destruir el status quo.

    El trabajo actoral de Joaquin Phoenix es impresionante, no hay duda de eso. En su primer acto, Phoenix logra interpretar con creces a un personaje perturbado, con deseos reprimidos y humillado. Todo capturado con una meticulosa fotografía a cargo de Lawrence Sher, donde los tonos fríos azulados dominan y acompañan esta etapa en la vida del frustrado comediante. Después todo es caos, cuando Fleck acepta su transformación, Phoenix lo aprovecha y entrega sus mejores momentos, los más violentos y los más perturbadores en pantalla.

    Por supuesto, los fans encontrarán referencias al universo de Batman, pero ninguna es determinante para la historia. Estamos ante una reinterpretación de un icono de la cultura popular que se aleja de la convención de las películas que narran el origen de un personaje basadas en algún cómic. Joker es, quizá, la mejor película que ha realizado Warner Bros. relacionada al cine de superhéroes desde Batman: El caballero de la noche. No es una producción que cambiará la industria cinematográfica, pero sí encuentra una redención después de la vergonzosa versión de The Joker interpretada por Jared Leto. ¡Cuidado, Ciudad Gótica! Hay un nuevo y loco payaso suelto por las calles.

     

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