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    Blanca como la nieve
    Críticas
    2,5
    Regular
    Blanca como la nieve

    La manzana que no da tentación

    por Iván Romero

    La directora francesa, Anne Fointaine, se ha caracterizado por contar retratos de mujeres en distintos contextos, ya sea basados en la vida real (como el caso de Las inocentes), o en novelas clásicas (como Adore, estelarizado por Naomi Watts y Robin Wright). Ahora sorprendentemente elige meterle mano al cuento de los hermanos Grimm: Blancanieves, y sacudirlo un poco, titulándolo Blanca como la nieve. El guion es propio de la cineasta, pero su intención de poner en el mapa contemporáneo este clásico parece ser más por capricho -y quizá intencional diversión- para hacer lucir a una de sus actrices fetiche: Lou de Laâge y a la incomparable Isabelle Huppert.

    La premisa es sencilla, obvia y tiene como protagonista a la Princesa Claire (de Laâge), una joven atractiva que trabaja en el hotel de su fallecido padre. La envidia de su madrastra es incontrolable por varios motivos, por lo que la manda a desaparecer. Claire termina en un pequeño y pintoresco pueblo francés, donde siete figuras masculinas la salvarán en más de una manera.

    El reinventar Blancanieves en pleno 2019 no resulta novedoso y mucho menos necesario. En los últimos años hemos tenido las versiones de Julia Roberts y Charlize Theron (interpretando a las madrastras), con resultados endebles. La que está en terrenos entrañables y propositivos es la versión española en blanco y negro de Pablo Berger con Maribel Verdu. Pero la idea de jugar con cuentos de hadas en escenarios actuales tampoco suena descabellada y en un golpe de suerte, termina en algo interesante.

    La narrativa del largometraje de Fointaine se torna complicada y los personajes reaccionan incomprensiblemente, sobre todo en el principio. Cierto es que topamos con una fábula, sin embargo, la directora no cimenta las bases para poder dividir los géneros que quiere abarcar y este es el mayor motivo por el que no logras engancharte con los personajes y mucho menos con el conflicto. La distorsión que causa más sorpresa de esta reinterpretación viene del descubrimiento del deseo y, por ende, desahogo sexual de su protagonista. La princesa encuentra el placer carnal y sentimental con varios de sus príncipes azules, pero esto, más que sentirse genuino y oportuno, es morboso.

    Por otra parte, Isabelle Huppert es realmente quien hace que valga la pena el filme. Ponerse en los zapatos de este mítico personaje resulta una verdadera gozada. La actriz se divierte y cada que aparece en pantalla el filme despunta de sobremanera (especialmente en el acto final). Incluso el texto le queda chico y su villana se convierte en una caricatura justo por el mismo problema del filme en general: el tono nunca se define.

    La opción de darle una oportunidad a este filme no será del todo equivocada, porque si de algo sirven los remakes o las nuevas versiones de grandes clásicos, es por la riqueza de la comparación, así como conocer la mirada de distintos directores ante dichas historias. En cuanto a Blanca como la nieve desafortunadamente resulta una mirada limitada y con potencial desperdiciado. La manzana en este caso no resulta tan tentadora como esperábamos.

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