Esta fue la tercera y la más notable colaboración entre el director Ismael Rodríguez y el actor Pedro Infante.
La cinta es considerada como la consolidación triunfal de la comedia ranchera, género que fue la carta de presentación del cine mexicano en el extranjero.
Ismael Rodríguez filmo tanto material que decidió ocuparlo para una nueva cinta, la secuela Vuelven los García (1947), grabando solo secuencias que dieran coherencia a la narrativa.