Método para llenar el espacio en blanco: Memoria oculta
por Grecia JuárezSe dice que los recuerdos siempre habitan en la mente, incluso esos que no se ven con claridad o
de los que no hay rastro. En un intento por recuperarlos, y bajo la creencia de que estos se
encuentran ocultos en algún lado, a lo largo del tiempo se han ideado métodos como las terapias
de hipnosis o las regresiones, métodos que tratan de reconstruir la pieza que falta desde la
introspección. Lo cierto es que la necesidad de llenar el vacío en la memoria impulsa a caminar
senderos poco frecuentes.
En Memoria oculta (2014), ópera prima de Eva Villaseñor, la directora toma la falta de recuerdo de
un momento concreto de su vida, para tratar de reconstruir ese periodo en el que perdió la
memoria. Así, la estructura del documental nos sitúa en el mismo lugar que a Eva: sin saber lo que
sucedió, la cinta inicia con una entrevista que revela la progresión del colapso emocional de la
directora mientras estudiaba la carrera de cine. Una compañera de escuela -la ahora conocida
directora Fernanda Valadez- empieza a relatar los días previos a la crisis, la confusión y la
incertidumbre que se podía palpar en el ambiente, para concluir con una aseveración sobre lo que
le tocó ver: “más que aterrador, me pareció algo desgarrador”.
Sin ser el tema central, este primer relato deja ver breves tintes de la dinámica que se vive dentro
de una de las escuelas más conocidas, dedicadas a la formación de cineastas en el país, y los
protocolos o falta de estos para atender situaciones de salud mental. Posteriormente, se unen a
los testimonios la perspectiva de su madre y hermano, este último, personaje atrayente por su
cualidad elocuente, a quien Villaseñor dedicó su segundo largometraje en 2016, M.
Aunque sencillos, los encuadres elegidos por la directora para sus entrevistas tienen en común
una distancia física que corresponde a la distancia con la que Eva percibe ese relato. Los rostros
siempre son rostros porque no hay un referente visual al cual acudir -esos días faltan en la
memoria de la realizadora- y justo la reconstrucción de un hecho por medio de testigos sucede en
la oralidad, de la misma forma que para Eva fue posible conocer sobre aquel periodo.
En este sentido, la posibilidad del documental frente a la ficción es que permite colarse a la
intimidad de una forma distinta, más real. Los filtros que pueden suponer un guion o una puesta
en escena se borran cuando el primer movimiento es poner la cámara frente a testigos inmediatos
y, como resultado, en el proceso se revelan intimidades, momentos de la historia familiar de Eva,
anécdotas de su niñez y actitudes que solo un ser muy cercano podría revelar.
Más tarde, las cabezas parlantes se verán sustituidas por el uso de imágenes, aparentemente
aleatorias, que transmiten la sensación de lo que ocurre dentro del pensamiento, imágenes
también captadas por Villaseñor que muestran árboles, personas, calles, montañas. Quizá así se
verían los recuerdos en nuestra mente, como una cinta de negativo montada en un proyector que
trata de rebobinar o elegir una sola escena para mantener en pantalla (o en la mente). Quizá la
amnesia se ve como una oscuridad en la que se filtran algunos rayos de luz, como muestran sus
imágenes.
Memoria oculta dedica sus últimos minutos para convertir el relato hablado en sensaciones; se
entiende como un ejercicio de reconstrucción que transmite la búsqueda de la memoria, la
capacidad de la realizadora para tomar algo sumamente personal y dejarse percibir a través de la
mirada del otro.