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    Verano del 85
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Verano del 85

    Un verano inolvidable para los seguidores del francés

    por Iván Romero

    El tan mencionado género coming of age, tanto literario como cinematográfico, no ha sido inventado en los últimos años como pareciera, más bien la etiqueta ha sido mencionada constantemente y se siente como una moda gracias a películas como Llámame por tu nombre de Luca GuadagninoLady Bird de Greta Gerwig. Este tipo de propuestas que hablan sobre la maduración, la primera vez, la búsqueda de la identidad o el crecimiento personal, psicológico y hasta político, puede abarcar no sólo la adolescencia, sino también la adultez. Lo cierto es que tenemos cintas emblemáticas que pasan desde los años 50, como Rebelde sin causa con James Dean, o desde la década de los 80 creados por el gran John Hughes con su El club de los cinco. Hemos pasado por la parodia y la irreverencia con la franquicia de American Pie o Ya no puedo esperar, e incluso la animación con brillantes largometrajes como Spirited Away de Hayao Miyazaki o Spider-Man: Un nuevo universo. En resumen, es un género agradecido que no acabará, porque las ópticas pueden ser miles y la audiencia de todas las edades pueden verse reflejadas y conmovidas fácilmente con estas historias.

    Todo este preámbulo con motivo del nuevo filme del francés François Ozon: Verano del 85, una obvia heredera de Llámame por tu nombre con un poco de La vida de Adèle y a su vez de Tierra de Dios de Francis Lee. Ozon está influenciado por estas películas, indudablemente, pero sólo comparte el género y este tema de autodescubrimiento juvenil de la primera vez como centro. François tiene un estilo muy particular y, aunque tiene la maqueta de una postal idílica, estilizada y preciosista, el cineasta le da una revolcada con un giro un tanto torcido y oscuro, cual su sello, y es ahí donde la película toma sus propios riesgos y se aleja de las comparaciones obvias desde el lanzamiento de su tráiler.

    Verano del 85 advierte de inicio que el viaje no será del todo la ensoñación que promete, ya que en algún punto la historia pretende tomar tintes de thriller. Esto último no llega a pasar, pero el giro mencionado (sin decir ningún spoiler) la convierte más en un melodrama, esto claro, dándole en todo momento a Alexis (Félix Lefebvre), el protagonista, todas las herramientas para su crecimiento personal.

    La premisa centra justamente a Alexis conociendo a David (Benjamin Voisin), mientras navega en un bote que accidentalmente se vuelca y es salvado por este último. Alexis es introvertido, la relación con sus padres parece limitada y David, aparte de parecer un Dios por ser sumamente atractivo, es carismático y tiene una madre que parece salida de algún programa de televisión: escandalosa, pero amigable y hace sentir a Alexis como parte de su familia. La relación de ambos crece rápidamente durante el verano, pero o que rápido empieza, rápido se va y está profecía parece cumplirse como relojito en la historia de estos dos jóvenes a lo largo del metraje.

    El filme tuvo su paso por el Festival de Cine de San Sebastián, de la misma manera que en el Festival Internacional de Cine de Toronto. Destacan sus dos encantadores protagonistas: Lefebvre y Voisin, además de Valeria Bruni Tedeschi, quien interpreta a la excéntrica madre de David: Mme Gorman y que se encuentra estupenda de principio a fin. Ni hablar de la fotografía y del producto en general, el cual es vistoso y atractivo para los ojos del espectador.

    Para muchos, los riesgos que toma Ozon a la mitad del metraje podrán no convencer o incluso resultar fallidos, ya que se deslindan de la percepción con la que la audiencia entra a ver la película; pero también hay quienes, como un servidor, que piensan que esos riesgos son bien recibidos y valorados. El guion está basado en la novela Aidan Chambers: Dance on My Grave; así que encontrarán en está fabula 'romantica' la falsa idealización, la imposibilidad, el sentido de pertenencia, y hasta la obsesión con la muerte, entre varios otros temas, por lo que no es simplemente una historia de amor, ni tampoco una película LGBTQ+ más. Ozon se reinventa como lo suele hacer siempre y nos entrega un ejercicio cinematográfico precioso en su envoltura, pero con varias sorpresas dentro dignas de analizar. Un verano que se tornará inolvidable para los seguidores del francés.

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