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El director desaprovecha el regreso de Isabelle Fuhrman y sólo entretiene por momentos
por Nancy PonceDespués de más de una década, Isabelle Fuhrman regresó a encarnar a la terrorífica Esther, y como el propio título lo anuncia, La huérfana: el origen explora el pasado de la escalofriante asesina, aunque sin tener que darnos un paseo por su niñez o su adolescencia. El éxito de la primera entrega estuvo en el magnífico plot twist, donde descubrimos que la tierna niñita es en realidad una señora de 30 años dispuesta a torturar a aquellos que se interpongan en sus malignos planes. Entonces, ¿qué será lo sorprendente de la precuela sí ya sabemos su escalofriante secreto?
La película nos traslada a un Centro Psiquiátrico de Estonia, en donde nos confirman lo que ya sabemos: Esther es una mujer mayor enferma, asesina inmisericorde de otras familias. En los primeros minutos tenemos un resumen puntual de datos que no habían quedado resueltos en la primera entrega, como su nombre real (Lenia), el origen de sus característicos listones de las muñecas y el cuello. Sin embargo no pasa mucho para que la veamos orquestando una huída dejando sangre y muerte en su camino. Entonces el ciclo se repite en esta película que pueden ver en HBO Max.
Lenia se hace pasar por Esther, la hija perdida de una familia y debido a su parecido es trasladada a Estados Unidos. Ella tiene que adaptarse a la nueva dinámica de la familia y fingir ser la hija perdida, sin embargo, durante su estancia despierta un interés sexual hacia el padre (Rossif Sutherland). Hasta aquí todo parecía un guión reciclado de la primera entrega, sólo sin la intervención de Jaume Collet-Serra, quien recién dirigió el éxito taquillero Black Adam, y cuya estafeta cedió a William Brent Bell, director de El niño, El niño 2 y Con el diablo adentro, cintas que recordamos por tener pésimos finales. Primera red flag.
Aún así, la película logra un buen ritmo y si lo que querías ver era sangre, la hay, pero nada que te provoque náuseas como si lo hace Art el payaso en Terrifier. Entonces, cuando el guionista David Coggeshall nos sorprende con un plot twist, la película capta la atención y se se centra en Isabelle Fuhrman y Julia Stiles, ésta como Tricia, la matriarca de la familia, con rasgos igual de psicópatas que la protagonista.
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Por primera vez Esther tiene una rival digna, siendo el enfrentamiento de ambas lo más interesante de la trama. El personaje de Tricia es tan detestable que gracias a ello sentimos cierta empatía hacia "la huérfana", deseando que salga victoriosa y demuestre que es una de las mejores asesinas que el cine de terror nos ha dado. En efecto, lo hace. Pero la historia no nos ofrece nada peculiar, más que una enloquecida pelea de mujeres “por poseer a un hombre” y realzar su ego, convirtiéndose en un thriller con comedia absurda.
Si bien, Isabell hace un buen trabajo, debemos admitir que aún con el maquillaje y los trucos de cámara, la joven de 25 años no puede aparentar ser una chiquilla todo el tiempo, pero se aplaude el uso de efectos prácticos para disimularlo. Algunas decisiones técnicas como el uso de filtros pro-mist sólo logran romper con el ritmo de la película, por lo que el trabajo de William Brent deja mucho que desear. ¿Falta de presupuesto, imaginación o simplemente esta precuela llega tardísimo? Es lo malo de refritear cintas y no entrar a terrenos originales como lo hicieron Ti West y Scott Derrickson a principios de año.
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La huérfana: el origen se convierte sólo en eso, una precuela que nos cuenta cómo llegó Esther con los Coleman; sin resolver todos los misterios de su pasado, simplemente une pocas piezas para ligarla con La huérfana. La cinta funciona para entretener, dándonos escenas de persecución, muerte y unos cuántos chistes. Nada más. William Brent le da cierre mediocre a una de las películas favoritas de los fans del género. Una entrega más podría quedar en lo absurdo, debido a que sabemos cuál es el destino final de Esther y explorar su pasado de nuevo no tendría mucho sentido.
