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    'TÁR': Cate Blanchett en el auge y caída de una artista en la modernidad

    por Liz Hernández

    No es concurrente ver un personaje como el de Lydia Tár (Cate Blanchett) en pantalla; una persona tenaz, ambiciosa y despiadada. Estos papeles los hemos visto frecuentemente, —interpretados por un hombre—, siendo testigos de ello en Amadeus de Milos Forman y en Barry Lyndon, la reconocida obra del prestigioso director Stanley Kubrick; solo que en esta ocasión es una mujer a quien miramos a distancia con suma impresión y desdén.

    TÁR, del director Todd Field, es más que una representación bastante pulida estéticamente de la cultura de cancelación. Es un retrato del apogeo y decadencia de un ser casi prodigio o de un oportunista que tiene tantas ansias por acaparar todo, que provoca que el éxito obtenido a lo largo de su carrera termine en la miseria y el olvido. Podríamos analizar la similitud entre la obra del actor de Ojos bien cerrados con los otros largometrajes, pero la modernidad nos ha traído al diferente caso de Lydia.

    Dichos filmes presentan el ascenso y descenso de una persona. TÁR comienza introduciendo uno de los elementos más importantes con los que se moldea la película —la música—, pero esta no está aislada, pues la escuchamos mientras rolan los créditos, casi como si el también director de Secretos íntimos anunciara que es el principio del fin para su protagonista, algo que prácticamente es inminente. Para saber el por qué de su desprestigio, primero tenemos que llegar al punto de partida.

    ¿Quién es Lydia Tár? Tan pronto como comienzan a aparecer las imágenes de ella, escuchamos su biografía y nos encontramos con una celebridad magnánima del mundo de las artes, que al igual que personas como Audrey Hepburn y Viola Davis, han alcanzado el título de EGOT, que pocos consiguen. Su larga lista de logros se acompaña con un montaje que ilustra la cotidianidad de la artista: Componer partituras, analizar piezas musicales, acudir al sastre para confeccionar sus elegantes prendas de ropa y, no menos importante, coquetear con otras mujeres.

    Universal Pictures

    Field se ayuda de largas escenas para darle al espectador la oportunidad de apreciar el esplendor de la protagonista. Una mujer tan audaz que asegura que el género no es relevante cuando se habla del talento que uno posee. Ella, como maestro de orquesta, se considera una intérprete y mediadora entre la música y aquel que la produce o la escucha. Desde la imagen utilizada en el póster sabemos que su presencia es tan dominante y fascinante que es imposible no acaparar todas las miradas del recinto en el que se encuentra. La cámara siempre la sigue adonde sea y la captura apropiarse de los lugares que habita.

    Lydia conduce a los músicos con los que trabaja de la misma manera en la que guía a las mujeres con las que se cruza en el camino —ya sea una posible estudiante o una fiel asistente (Noémie Merlant)—. Parece que el director intenta probar que la maldad es inherente al ser humano y se apodera de mujeres y hombres por igual. El personaje de Blanchett está consciente de su situación, y utiliza su influencia y poder para complacer sus deseos y pasiones.

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    En la cinta de 2019 La asistente, una obra originada tras el movimiento Me Too, Kitty Green se propone a filmar la influencia que tiene un hombre en la industria para sobornar a otras mujeres y prometerles una oportunidad laboral si acceden a someterse sexualmente ante él. En TÁR sucede algo similar, pues todos los personajes no son ajenos al favoritismo de la protagonista que, con tal de relacionarse con mujeres que le parecen atractivas, se aprovecha de su alta posición en la industria musical de Berlín para manipular a las estudiantes vulnerables, dejando de lado la monogamia.

    El poder que los demás tienen sobre Lydia Tár es nulo. La compositora es capaz de adueñarse de cualquier lugar y situación, poniendo nerviosos a los presentes y humillándolos por su sensación de poder. Field prioriza la ansiedad que provoca su presencia sobre los asistentes y la retrata en primer plano, mientras la exitosa conductora da un sermón sobre lo ilógica que es la generación Z al basar sus opiniones en lo que leen en redes sociales y minimizan el legado cultural de un artista por no cumplir con las normas morales de la época.

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    La edición del filme, a cargo de Monika Willi, nos hace transitar notoriamente de lo pasivo a lo frenético; del silencio al sonido ensordecedor y viceversa. Field contempla —y de manera efectiva— que el paisaje sonoro es el factor sobresaliente de la película. Los cambios drásticos indican lo intensa y agitada que es la rutina de la maestro, viajando constantemente entre la ciudad que nunca duerme y la capital alemana, a la que se refiere como superior a Londres o París. El personaje principal femenino se muestra como una persona despiadada, sin miedo a causar controversia ni remordimiento por amenazar a una niña de 8 años.

    Resulta tentador comparar a la protagonista de TÁR con La pianista de Michael Haneke, siendo que ambas poseen un alto grado de conocimiento musical y tienen un temperamento difícil de afrontar. La imagen que proyectan es la de una persona estricta, egocéntrica e imposible de complacer, sin olvidar su característica más esencial, la soberbia. La diferencia recae en que, casi de manera inconsciente, el deseo carnal de la compositora convierte a sus intereses en víctimas, y es así que las filma Field, como una presa al centro del cuadro, relegando a su esposa y su pareja cada vez más hacia los extremos, alejándolas de su foco de atención.

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    Pero, ¿en realidad hay algo que atormente a tan ilustre persona? ¿Qué es lo que hace que un individuo tenga remordimiento cuando es cancelado por la sociedad? Aunque no es acusada directamente de nada —al menos en un principio—, el personaje de Blanchett muestra señales claras de sentirse atormentada. En una reunión con uno de sus antiguos profesores (Julian Glover) comenta que “Hoy ser acusado es lo mismo que ser culpable”. El director filtra a través de ese diálogo que la culpabilidad está implícita y es casi imposible declarar tu inocencia, así que lo satiriza al compararlo con el nazismo.

    Cazadora de víctimas o no, Lydia Tár no puede escapar de su sentimiento de culpa, el cual vemos intermitentemente durante el segundo acto de la cinta, representado en bellas tomas oníricas que indican el vacío oscuro del lugar mental en el que se encuentra. Su subconsciente la traiciona al presentarle sus miedos en una pesadilla sin salida que la despierta constantemente en las madrugadas. La ganadora del Oscar por Jazmín azul entiende perfectamente la noción del ego y ambición de su personaje, y a su vez las maneja con tal sutileza que logra transmitirle al espectador qué es lo que la perturba y cuándo esto sucede.

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    Asientos de un recinto musical, pilares de un puente, mosaicos de un túnel o libros en un estante componen los planos de la cinematografía. La composición de los encuadres encapsula elementos seriados, consiguiendo imágenes formadas por patrones que se repiten como la reverberación de un sonido. Es probable que la música —una secuencia de sonidos orquestados por un compositor— sea lo más importante para la protagonista, incluso más que su propia familia. En ella encontró un medio de expresión de sus emociones; de comunicación con el mundo, y fue también lo que la llevó a la perdición.

    Hay una escena en la que la conductora musical observa cómo trasladan un cadáver hacia otro lugar, y tal vez no lo sabía, pero a partir de ahí comienza el declive de su carrera y su vida. Pronto sus capacidades serán explotadas para hacerla sobrevivir de lo único que sabe hacer: dirigir una orquesta; pero tras venderse como una de las figuras más relevantes de la música en el siglo XXI, rebajar el estatus de sus habilidades en el clasicismo, y de la manera más corrupta posible —terminando por guiar soundtracks de eventos masivos en vivo—, será la única alternativa disponible para alguien como ella dentro de un mundo políticamente correcto.

    Tár
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    Fecha de estreno 23 de febrero de 2023 | 2h 38min
    Dirigida por Todd Field
    Con Cate Blanchett, Nina Hoss, Noémie Merlant
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