El baño del diablo
Críticas
4,0
Muy buena
El baño del diablo

‘El baño del diablo’: Un descenso al horror de la opresión y la desesperanza

por Luis Fernando Galván

Dirigida por Veronika Franz y Severin Fiala (el dúo austriaco detrás de la desgarradora Dulces sueños, mamá y la desoladora La cabaña siniestra), El baño del diablo es un filme perturbador que explora uno de los periodos más oscuros de la historia europea. Ambientada en la Alta Austria de 1750, la película retrata las duras condiciones sociales y religiosas que marcaban la vida de las mujeres rurales, sometidas a un sistema que les imponía expectativas inalcanzables. Para muchas, la única salida parecía ser el suicidio, pero este era considerado un pecado imperdonable que condenaba el alma al tormento eterno. Ante este dilema, algunas optaron por cometer crímenes graves con la esperanza de ser arrestadas y ejecutadas, creyendo que así alcanzarían el perdón divino y escaparían de su sufrimiento. A partir de esta premisa, Franz y Fiala construyen una reflexión inquietante sobre la opresión, la desesperación y la lucha por la redención en un mundo regido por la fe y la brutalidad.

La inquietud de la película se siente desde el primer momento. La secuencia de apertura muestra un brutal infanticidio seguido de una sangrienta sentencia de muerte, lo que marca el inicio de un ambiente opresivo similar al de La bruja de Robert Eggers. El bosque se convierte en un espacio ominoso, un tema recurrente en el folk horror, presente también en El ritual de David Bruckner o Anticristo de Lars Von Trier. Este comienzo violento establece el tono para lo que está por venir: una espiral de desesperación, donde la protagonista, Agnes (Anja Plaschg) es arrastrada por las circunstancias y por un entorno implacable hacia una locura inminente. La historia de Agnes, que se casa con Wolf (David Scheid), un hombre amable pero incapaz de satisfacer sus necesidades emocionales, es un reflejo de las limitaciones impuestas por la sociedad de la época.

Ulrich Seidl Film Produktion GmbH

El aislamiento y la alienación de Agnes son evidentes desde el primer tramo del relato. Aunque su vida comienza con esperanza, pronto se ve atrapada en un matrimonio sin pasión, rodeada de expectativas implacables por parte de su suegra (Maria Hofstätter). La suya es una vida de arduo trabajo, donde se enfrenta constantemente a la desaprobación de los demás, lo que refuerza aún más su sentimiento de impotencia. La desesperación de Agnes, a medida que sus deseos de tener hijos se ven frustrados y su salud mental comienza a deteriorarse, se convierte en el motor de la película.

La atmósfera del filme es crucial para entender su impacto. Los paisajes oscuros, respaldados por bosques nevados, son tan imponentes como el destino que le espera a Agnes. La fotografía de Martin Gschlacht (Little Joe y Club Cero), cargada de tonos sombríos y grisáceos, refleja la opresión y el sufrimiento que la protagonista experimenta, mientras que las imágenes nocturnas, dominadas por sombras, luz de velas y la luna, crea una atmósfera tensa, donde los espíritus angustiados acechan en busca de presas. La naturaleza, siempre presente en sus pensamientos, actúa como un reflejo de su mente: fragmentada, llena de belleza pero también de una amenaza constante.

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En ese sentido, los elementos simbólicos juegan un papel importante para crear una atmósfera ritualista, grotesca y malsana. Franz y Fiala no solo cuentan una historia de horror psicológico, sino que también introducen una serie de imágenes macabras que evocan la decadencia. Las mariposas, símbolos de resurrección y muerte, se presentan como el leitmotiv visual. Otros detalles como los dedos amputados o los animales sacrificados evidencian que las prácticas de la aldea están lejos del secularismo humanista pero tampoco encajan plenamente en una visión ideal del cristianismo. Los miembros amputados se veneran como amuletos, los augurios se interpretan a partir de cráneos de animales, y la melancolía se trata con sanguijuelas o dejando que una herida se infecte deliberadamente. Incluso la naturaleza parece ejercer una influencia malévola, envolviendo todo en un aura de fatalismo y superstición.

El simbolismo de la religión y la condena también juega un papel crucial en el relato. La creencia de que el suicidio es un acto de maldad tan grande como el asesinato y la forma en que las mujeres, como Agnes, se ven atrapadas entre la desesperación y la búsqueda de absolución, le da al filme una carga emocional intensa. Este dilema se refleja en las decisiones extremas que la protagonista toma, lo que añade una capa de tragedia que, aunque influenciada por las costumbres del pasado, sigue siendo pertinente revisar en la actualidad.

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Uno de los aspectos más destacados de la película es la actuación de Anja Plaschg, quien no solo interpreta a Agnes, sino que también compuso la música del filme. Su actuación es tan expresiva como desgarradora, capturando la fragilidad de su personaje mientras se desenvuelve en un mundo lleno de expectativas inalcanzables. La forma en que Plaschg transmite el sufrimiento interno de Agnes es fundamental para que la audiencia conecte con la angustia de su personaje.

El ritmo del filme es deliberadamente pausado, lo que permite que la angustia de Agnes se acumule lentamente. La dirección de los cineastas, un tanto fría y distante, refleja el mismo desapego emocional que caracteriza a los personajes de la historia. Este enfoque aumenta la sensación de claustrofobia y desesperanza que impregna toda la película, haciendo que la experiencia sea tanto perturbadora como reflexiva.

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A pesar de la sobriedad de su tono y de su enfoque minimalista, El baño del diablo es una película de gran valor artístico y cultural. Su capacidad para capturar la opresión de una época y transformarla en un relato profundamente humano y emocionalmente complejo es un testimonio del talento de los directores. Estamos atrapados junto a Agnes en este mundo, bajo su cielo sombrío, sin otra esperanza más allá de él. Si una persona está tan alejada de los ideales de una sociedad como para ser ejecutada, entonces esa ejecución debe ser vista por toda la comunidad. El cuerpo, descompuesto, se exhibe como un recordatorio de lo que sucede a quienes rompen el orden social, una advertencia para evitar que otros cometan la misma falta contra Dios. La película no solo es un ejercicio visual perturbador, sino también un comentario poderoso sobre la lucha por la libertad personal frente a las estructuras de poder.

El baño del diablo
El baño del diablo
Fecha de estreno 13 de marzo de 2025 | 2h 01min
Dirigida por Severin Fiala, Veronika Franz
Con Anja Plaschg, Maria Hofstätter, Natalija Baranova
Cartelera y sesiones (3)

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