En Los productores, el productor de teatro Max Bialystock ha sufrido, a finales de la década de los años 50, ha experimentado su último gran fracaso de Broadway. Anteriormente considerado como el rey de teatro, la carrera de Max empezó a sufrir tantos tropiezos que, ahora, nadie quiere trabajar con él y se ha convertido en una especie de broma en el medio artístico. Preocupado por algunos asuntos financieros, Max contrata a un tímido, pero neurótico contador, Leo Bloom, para analizar sus opciones. Pero Bloom, que siempre ha deseado trabajar en la industria del entretenimiento, ha ideado un plan para liberar a Max de las presiones financieras: viendo su serie de producciones fracasadas, el contador comenta la posibilidad de producir una nueva obra, conseguir más presupuesto del necesitado, verla fracasar en taquilla y dado que el gobierno no revisa los impuestos de obras sin éxito, ambos podrían llevarse un buen botín. Así, ambos buscan uno de los peores guiones de la actualidad y reúnen al peor grupo de actores y equipo técnico para arrancar la producción, pero su plan no saldrá como lo esperaban.
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